Si por algunos fuera, los españoles no podrían tener nunca un medio de subsistencia o de enriquecimiento. Es decir: un medio para ganarse la vida honradamente, trabajando para llevar a casa un salario con el que poder pagar facturas e intentar prosperar y disfrutar un poco (si es que las cuentas van cuadrando).

Y es que hay gente, en nuestra sociedad, que ve una amenaza en cualquier industria. La agrícola, la ganadera, la textil, la automovilística, la farmacéutica, la de las energías renovables, o cualquier otra. Da igual. Los falsos ecologistas, esos que solo lo son por ponerse chapas en la solapa, esos que jamás han plantado un árbol, esos mismos que creen que los cerdos son rositas y que su caca huele bien, persiguen algunas de estas industrias porque, según ellos, dañan el medio ambiente.

Pero, curiosamente, ocurre que, cuando se plantean, por ejemplo, alternativas industriales de producción de energías limpias, también buscan un cernícalo o un sapo para, en aras a la protección de las especies, derribar esos proyectos generadores de empleo y bienestar social, que, para más inri, suelen ser especialmente respetuosos con el ecosistema. Y, claro, con elementos de este tipo pululando por ahí, pues vamos como vamos: cuesta abajo, sin ruedas y dirigidos hacia el mismísimo abismo.

Luego, aparte de los ecologistas de pega, están los antisistema. Son los que se dedican a hacer pintadas en los espacios, bienes y edificios públicos, los que, si se tercia, prenden fuego a un contenedor, los que ocupan viviendas ajenas, los mismos que, en primer y último término, suelen vivir de lo público, vía subvenciones y mamandurrias varias. Y son esos a los que, últimamente, les ha dado la neura de cargarse la mayor industria de España, esto es, el sector turístico.

Y, claro, uno no puede por más que sorprenderse de semejante patochada. Porque uno nunca acabará de creerse eso de que haya gente a la que le plazca la sensación que produce una bala al atravesar el pie. Entiéndanme la metáfora. Pero es que, si España tiene una industria en la que puede ser competitiva, esa es la turística. Y es a esa industria, precisamente, a la que atacan, con una virulencia inusitada, una serie de gañanes que quieren reventar el modelo económico de nuestro país, y el país mismo, si se tercia. Pero, ¿para ofrecer qué? Pues para ofrecer, simple y llanamente, la nada. Porque no tienen ninguna alternativa razonable, ni factible, que poner sobre la mesa.

*Diplomado en Magisterio.