La unidad frente al terrorismo no solo es un deseo, sino una "obligación" de todas las fuerzas democráticas y un "deber" frente a las víctimas y sus familias. Lo dijo ayer el rey Juan Carlos en su tradicional mensaje de Navidad a todos los españoles. El monarca afeaba --de forma elegante, sin señalar a nadie, pero inequívocamente-- el espectáculo de nuestros partidos que, cada uno a su estilo y unos más que otros, utilizan la lucha contra el terrorismo para sus fines partidistas y electorales. El Rey apeló a una cultura de unidad que acabe con el terrorismo y recordó que este es un deseo de los españoles, reiteradamente expresado a través de estudios de opinión.

Además de la unidad frente al terrorismo, Juan Carlos reclamó "de nuevo" a los partidos, mayores esfuerzos para alcanzar el consenso en los grandes temas de Estado, y apoyo para instituciones y poderes constitucionales. Otro tirón de orejas a los políticos. La falta de acuerdo ha bloqueado la renovación del Consejo General del Poder Judicial y ha dinamitado la credibilidad del Tribunal Constitucional, convertidos ambos en campo de batalla de los partidos. Lo mismo ha ocurrido con otros organismos cuyas cúpulas directivas se reparten los partidos políticos.

Entre líneas, se refirió implícitamente a los ataques y conflictos sufridos por la institución monárquica --quema de fotos en Cataluña, emisiones de la COPE, incidente verbal con el presidente venezolano Hugo Chávez, separación de la infanta Elena-- al agradecer las numerosos muestras de afecto personal e institucional hacia la Corona.

En sus reacciones, todos los partidos políticos han destacado el llamamiento del Rey en su mensaje navideño a la unidad frente al terrorismo, que han elogiado, mientras que la mayoría de los grupos nacionalistas criticaron que Juan Carlos no aludiera al problema territorial de España.

Zapatero, por su parte, dirigió una salutación navideña por videoconferencia a las tropas españoles en misión de paz en el extranjero. Sorprendió un tanto que se refiriera a la nación española, un térmico poco habitual en sus labios --un concepto "discutido y discutible", dijo en el Senado en noviembre del 2004--. No debe ser casualidad que ese giro discursivo se produzca a poco más de dos meses de las elecciones legislativas, cuando el Gobierno se esfuerza por remarcar su compromiso con la integridad territorial de España, un flanco en el que ha estado golpeando insistentemente el PP, a cuenta, sobre todo, de la elaboración y aprobación del Estatut, de los apoyos recibidos por el Gobierno de nacionalistas vascos y catalanes y de la fracasada negociación con ETA. Pero no es cuestión de palabras, sino de políticas.