Estamos viviendo una etapa complicada para España durante la que esperamos, al menos, que aquellos que tienen la responsabilidad de velar por nuestra tranquilidad y nuestro futuro sean coherentes. No es el caso del presidente extremeño.

Es preocupante que Guillermo Fernández Vara vote en contra de la defensa de la legalidad para situarse en sintonía con quienes no quieren dialogar.

Vara votó no en la Asamblea. Votó no al apoyo al Gobierno, a los jueces y fiscales y a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado ante el desafío independentista.

Votó en contra de apoyar a la Policía Nacional y la Guardia Civil en la sesión plenaria que se celebró el pasado jueves para, días más tarde, tener unas palabras de apoyo a los mismos.

Y una se pregunta, ¿a qué cree que está jugando el presidente extremeño?

Las palabras que no van seguidas de hechos, no valen nada. Al presidente de la Junta le resulta fácil soltar el discurso que todos quieren escuchar, pero es complicado actuar en consonancia con lo dicho. «Como flores hermosas, con color, pero sin aroma, son las dulces palabras para el que no obra de acuerdo con ellas». Como esas flores viene siendo el discurso al que nos tiene acostumbrados.

Estamos cansados de ese buenismo en tarifa plana que dispensa para no entrar a fondo y defender principios que van el cargo. En el momento en el que tiene la oportunidad de actuar con contundencia y claridad, hace todo lo contrario. Han sido tantas las ocasiones, que ya no le creemos.

Señor Guillermo Fernández Vara, el pasado deja huella en forma de actas y diarios de sesiones. No se puede cambiar.

Cuando se necesitaba un apoyo unánime de la Asamblea, no estuvo con la Guardia Civil y la Policía.

José Antonio Monago registró ayer en la Cámara extremeña una iniciativa en defensa de los que tienen el deber de proteger la democracia cada día.

Rechazamos el asedio

y los actos que están padeciendo nuestros agentes en varias localidades de Cataluña.

Le animamos a que se ponga del lado de los demócratas sin ambages ni cálculos. Las leyes y la unidad de España no son ajustables a discursos que las pongan en duda. Ahora no toca Ferraz, toca España.