No resulta fácil escribir al respecto, pero parece obligado que quienes disponemos de un espacio como éste para opinar en público hagamos alguna observación, por modesta que sea, sobre el acontecimiento más importante ocurrido en Cáceres en los últimos años. O no ocurrido, para mejor decir, pues a la no selección de nuestra ciudad como candidata a la capitalidad cultural de Europa en el año 2016 me refiero.

Pensaba tratar hoy otro asunto, no sé si relacionado con el anterior: el triste espectáculo ofrecido días atrás en Cáceres por numerosos "estudiantes universitarios" que iniciaban el curso practicando las zafias novatadas a que nos tienen acostumbrados. Espectáculo agravado este año al coincidir en algunos momentos con la manifestación que ponía fin a la huelga del pasado miércoles, cuando se evidenció el escaso sentido cívico de esos jóvenes, que tomaron a chacota algunos de los lemas usados por los huelguistas.

De esas gamberradas iba a hablar, pero ya saben: estaba pendiente lo de la capitalidad y si, dando por justificada la seguridad en el triunfo de la que hacían gala las autoridades, el jurado ponía el nombre de nuestra ciudad en la lista, cualquier otro tema hubiera resultado extemporáneo. Ahora pienso que, a la vista de lo ocurrido, tampoco resultaría adecuado escurrir el bulto.

Sería un irresponsable si dijera que el proyecto cacereño era malo. No lo conozco y no dudo de la capacidad de sus redactores. Me provocó una sonrisa, eso sí, que los miembros de nuestra delegación lo expusieran en Madrid en varios idiomas, rumano incluido. Envidiable poliglotismo, aunque acaso un tanto pretencioso. ¿No bastaba un buen castellano...? No conozco el proyecto cacereño, digo. Menos aún, los de las ciudades elegidas. ¿Los conocen quienes hablan de "verdadera injusticia", a un tris de rememorar viejas conjuras judeo-masónicas?

Pero lo más grave de lo ocurrido no es tanto la eliminación como que ésta se haya producido cuando lo único importante para nuestra ciudad parecía ser el dichoso 2016. En eso sí que éramos los mejores. Si se levantaban los suelos aquí y allá, era por 2016; si se abría un museo, era por 2016; si se formaba un equipo de baloncesto, era por 2016... Todos los huevos estaban en una misma cesta. Rotos ahora, habría que pedir cuentas a quienes los pusieron juntos.