Han pasado 20 años ya. Niños, jóvenes, mayores, todos vivimos con angustia esas 48 horas de chantaje a todo un país por la banda terrorista ETA. Todos éramos Miguel Ángel Blanco<b>.</b> Todos seremos siempre Miguel Ángel. España sufrió, lloró y se identificó con una familia y un pueblo que veía como le arrebataban a un hijo, un hermano, un novio, un amigo.

El secuestro y asesinato de Miguel Ángel nos dejó tanta huella que, dos décadas después, recordamos exactamente dónde estábamos y qué hacíamos cuando nos enteramos de la noticia. No fue una víctima más. Cambió para siempre a una sociedad que tenía que luchar desde sus convicciones democráticas contra una banda terrorista.

A partir de ese momento nació una conciencia social contra el terrorismo. Se produjo el levantamiento de un país al completo, pero sobre todo fue el despertar de una sociedad, la vasca, que había permanecido parcialmente dormida y permanentemente amenazada.

Miles de manos blancas dijeron Basta Ya. Hubo manifestaciones y gritos de rabia. Afloró el dolor por el asesinato de un joven que, como víctimas anteriores de ETA, arriesgaba su vida por un sueño de libertad. El día que ETA secuestró a Miguel Ángel fue el principio del fin de la banda terrorista.

20 años después podemos decir que su sufrimiento y el de las víctimas de ETA no ha caído en saco roto. Pero no puedo entender que existan partidos políticos incapaces de condenar lo que ocurrió --son los mismos que miran para otro lado ante las masacres en Venezuela-- y se resistan a rendir homenajes esgrimiendo que supondría destacar a una víctima por encima de las demás. No se enteran de que homenajear al joven concejal de Ermua significa homenajear a todas y cada una de las víctimas.

Es un homenaje a los asesinados, a los mutilados, a los secuestrados, a los huérfanos, a los que sufrieron el impuesto revolucionario, a los que tuvieron que emigrar de su tierra, a las esposas que con dignidad soportan ver a los asesinos de sus maridos pasear por la calle mientras a ellas solo les queda visitar su tumba. Un homenaje a un país, España, que luchó y que venció a una banda sanguinaria que durante más de 40 años intentó, pero que no consiguió, acabar con él.