Un hombre disminuido mata a su madre y pasea su cabeza por Santomera hasta dejarla en medio de la plaza del pueblo. Y ustedes se sorprenden, y se estremecen, y se asustan, y se indignan.

Yo, por mi parte, me declaro cómplice. Sí, cómplice necesario. Y acuso a usted que se sorprende, se estremece, se asusta y se indigna, de ser también cómplices, o quizá algo más.

Porque esa madre decapitada ha denunciado por todos los medios la situación de su hijo enfermo, y usted y yo lo sabíamos, y usted y yo no nos hemos rebelado ante la injusticia y la desvergüenza de que en este país haya dinero para todo antes que para aliviar esta situación y evitar una muerte anunciada.

Usted y yo hemos votado a unos señores que nos representan y que miran para otro lado, como usted y yo, y subvencionan, premian, apoyan y becan asociaciones de mamarrachos, ONG,s más que dudosas, festejos tradicionales o inventados, especies animales y vegetales de toda condición, cambios de mobiliario, gastos de representación, fastos y francachelas, montañas de escombro disfrazadas de arte, acciones artísticas sostenibles, ampliaciones de un aeropuerto simultáneas a la construcción de otro, coches oficiales, viajes en avión oficial para asuntos particulares, piscinas en La Moncloa, deportes tradicionales, cursos inútiles, asociaciones culturales, conciertos, tracas, castillos de fuegos artificiales, pasacalles, sindicatos que callan y pactan a escondidas y publicidad de sí mismos.

Las imágenes televisivas de archivo de esa madre pidiendo para su hijo una solución duelen en el alma. Especialmente a los que tenemos hijos disminuidos, que son agresivos de forma ocasional o permanente, y que siguen siendo olvidados por políticos pendientes de su voto y el mío, porque los enfermos psíquicos son minoría, y por eso no cuentan.

Por eso, usted y yo somos cómplices, y nuestras autoridades coautoras, porque esas imágenes de esa madre ya estaban olvidadas, como lo están tantas otras bien conocidas para los que tenemos hijos semejantes al mío y diferentes del suyo, y como lo estará mañana ésta que hoy le escandaliza.

José L. Méndez Muñoz **

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