TLta cobardía manifestada por la mayoría de los gobiernos y de buena parte de los medios de comunicación y de las élites europeas ante la indignación de todos, algunos o pocos musulmanes, da igual, originadas por las caricaturas del Profeta publicadas en un periódico danés son de una gravedad extraordinaria. Ese tipo de actitudes constituye una claudicación inaceptable de los principios sobre los que se sostiene una sociedad abierta.

La libertad de crítica, de expresión, la capacidad de censurar, de ridiculizar, de hacer escarnio de las convicciones personales o colectivas de la mayoría y/o de las minorías aunque sólo sea por diversión ha sido, es y será uno de las conquistas de la civilización occidental.

Quien escribe estas líneas respeta las ideas de los demás aunque no esté de acuerdo con ellas. Sin embargo, estoy dispuesto a combatir, dentro de la ley, todas aquellas que considero nocivas para el tipo de orden social en el cual quiero vivir. Soy propietario de mi propio cuerpo y de mi mente, por consiguiente, tengo el derecho fundamental de propiedad sobre los conocimientos que acumulo en mi cabeza, incluidos los referidos a Mahoma, así como el derecho derivado a imprimirlos y a difundirlos sean hostiles o no a la figura del heraldo de Alá. No acepto censuras en nombre de la peculiar visión de los más o de los menos sobre ninguna de mis afirmaciones porque hieran sus sentimientos. No acepto una moral dictada desde la coerción o la intimidación. El pensamiento no delinque.

De la misma manera defiendo el derecho de los musulmanes a manifestar su deseo de que nuestras mujeres llevasen el burka , a que la poligamia fuese una opción familiar, a que los libros impíos fuesen quemados en la hoguera... siempre y cuando no recurran a la fuerza para imponer sus ideales. Eso es lo que nos diferencia de ese mundo tenebroso y oscuro que aplastaba la libertad del individuo, su capacidad de decir no al tirano. Ahí reside la fortaleza, no la debilidad, de las democracias liberales. Ahora bien no acepto que se exija en nombre de la tolerancia permitir a las niñas musulmanas ir a la escuela con velo y al mismo tiempo se estime inaceptable ridiculizar esa legítima postura o que plantear otras, radicalmente opuestas, se considere una ofensa para la sensibilidad de los creyentes y que en consecuencia se exija a los poderes públicos que actúen para reprimirlas. Este planteamiento no refleja sólo una concepción del mundo diferente a la nuestra sino una hipocresía impresentable e inasumible para cualquier ente pensante con la excepción, según parece, de todos, de muchos o de algunos de los adictos al Profeta.

Desde hace varias semanas, todos somos daneses. Ese pequeño país nórdico y su gobierno han dado una lección de coraje al Viejo Continente. La respuesta del señor Rodríguez a la agresión a la libertad de expresión ha sido enviar una carta a los periódicos pidiendo respeto para los agresores. Son las cosas del talante.

*Periodista