LOS IMPUESTOS

La culpa es de papá

José María Heras Muñoz

Madrid

Los papás sirven para muchas cosas, incluso para echarles la culpa de nuestras limitaciones. Tal es mi caso, pero prefiero citar otros más conocidos. Como el del mismo Rey que, al destaparse que no había declarado una cuantiosa herencia que había recibido de don Juan, replicó que la había gastado toda en liquidar las deudas de su padre; lo que equivale a decir que no las había pagado, pudiendo. O el caso del afortunado pibe argentino que, al tener que pagar a Hacienda de más de cuatro millones de euros más, le echó también la culpa al muerto, en este caso, por lo que se ve, demasiado vivo, a su padre, que le llevaba las cuentas. ¡Ah, lo que se pierden los que no tienen un padre así!

LA HISTORIA

La relación entre

Filipinas y Plasencia

Antonio Sánchez-Marín

Es el momento oportuno, con la desgracia que asola hoy a Filipinas, sacar a colación la relación que hay entre Plasencia y aquella nación, y que desarrollo en mi libro, 'Plasencia en llamas', donde expongo los motivos por qué a Plasencia se la declara muy Benéfica, y que extraigo de las 'Memorias de Francisco Mirón'. A saber:

En 1889, llegaron a Plasencia los repatriados de la Guerra de Filipinas, abatidos y enfermos, con la fiebre amarilla algunos, el vómito negro otros, que les diezmó en mayor número que las balas amarillas, dice Francisco Mirón en sus memorias, señalando a continuación que él presenció el paso del ferrocarril que los llevaba a otros puntos del oeste de España.

Los placentinos sin distinción de clases rivalizaban en socorrerlos y atenderlos, acudiendo con alimentos y medicinas a todos los trenes y muchos fueron atendidos en las casas particulares, puesto que el hospital era insuficiente.

Yo vi morir a un desgraciado arrojando sangre coagulada por la boca, cuando era conducido en una camilla. Por este comportamiento tan humanitario y de caridad cristiana la reina regente doña María Cristina, dos años más tarde, otorgó a la ciudad de Plasencia el preciado título de "muy benéfica", que desde entonces cuenta en su leyenda nobiliaria. Unido a los de "muy noble" y "muy leal" que ya poseía desde su fundación con Alfonso VIII. Eduardo Montagut Contreras escribe en su blog, La Comunidad, corroborando este abandono criminal a su suerte de las tropas: "Uno de los aspectos menos conocidos de la guerra de Filipinas fue el abandono que sufrieron los soldados supervivientes que regresaron a España. A dicha guerra fueron los hijos de las familias humildes de España, ya que no pudieron pagar las 1.500 pesetas que costaba la redención del servicio militar. Los que no murieron de enfermedades, como la disentería, el paludismo o la tuberculosis, o en combate regresaron de una guerra perdida y que se quería olvidar. El Estado fue muy cicatero con las pensiones y los sueldos atrasados. Además, se pretendió pagarles con moneda filipina que estaba muy devaluada, en lugar del dinero español. Así pues, un sistema de reclutamiento injusto y la ingratitud, y la mezquindad al regreso".