REUNION

Dónde está el PP

Juan Gómez Vadillo

Madrid

A la repetida pregunta de Aznar, que no acababa de ver dónde estaba el decreciente PP, los asistentes a su congreso tuvieron que confesar que eran ellos. Todavía quedan, en los juzgados, en la cárcel, o incluso sueltos, como Bárcenas.

LIBERTAD DE EXPRESION

Tolerancia del ofensor y tolerancia del ofendido

Pedro Gundín Asensio

Coria

Cuando alguien ofende a otro, es decir, le hiere en sus sentimientos, creencias o convicciones, puede estar haciendo uso de su derecho a la libertad de expresión. Sin embargo, esa herida suele causar en el ofendido una reacción hostil hacia quien le ofende. Al hablar de ofensa, quiero decir ofensa consciente, no involuntaria. La libertad de expresión es un pilar básico de la democracia, pero tiene sus límites, contemplados en muchos casos en la ley, aunque no siempre, o no siempre de forma clara e inequívoca. Es entonces cuando cada cual debe fijar sus propias restricciones a su derecho a expresarse.

Para mí hay un valor tan importante como el de la libertad de expresión, que es el de la tolerancia, sin la cual no es posible la convivencia, las buenas relaciones entre las personas y ,en definitiva, la paz social. Si sabemos que unas palabras nuestras, unas caricaturas o un comentario colgado en las redes sociales va a hacer daño a su destinatario, ¿por qué hacerlo? ¿Por qué no renunciar a esas manifestaciones de nuestra libertad en favor de la concordia, de la armonía en las relaciones sociales, incluso aun cuando nos ampare la ley? Llamaría a esa renuncia tolerancia del ofensor. He hablado también de una tolerancia del ofendido: ¿Por qué cuando alguien nos lástima mostramos frecuentemente una sensibilidad tan a flor de piel que contraatacamos, a veces, de un modo tan violento y condenable como lo han hecho los integristas islámicos en París? ¿No deberíamos hacer un esfuerzo para comprender las razones del ofensor, para desdramatizar, para entender que nuestras creencias y principios, por muy sagrados que sean para nosotros, no tienen el mismo significado para otras personas, que, a su vez, tienen o pueden tener valores diferentes a los nuestros? Estoy proponiendo una empatía de doble sentido: la del que ofende para ponerse en el lugar del ofendido y la de éste para situarse en la posición de su ofensor. Todo esto en la teoría puede parecer convincente, pero difícil de practicar, y, en efecto, lo es. Cuando escribo estas líneas, soy consciente de que, sin duda, en mi conducta diaria incumplo en numerosas ocasiones lo que estoy proponiendo ahora, sin embargo, no nos queda otro camino que el de ejercitarnos en la práctica de la tolerancia para que convivir sea posible.

Anteriormente he sugerido una renuncia al derecho a expresar lo que pensamos respecto a temas delicados y sensibles, en aras de la convivencia, pero de ninguna manera estoy defendiendo un silencio cómodo y egoísta para evitarnos problemas y vivir tranquilos, porque ese silencio puede ser un silencio cobarde y cómplice de la injusticia. Sería, en palabras de Federico Mayor Zaragoza, un delito de silencio.