LOS VERSOS

El viento violento de los versos

María Francisca Ruano

Cáceres

No se conoce la hora --o las horas-- en que se leen, cada día, cada año, cada vida. Pero, se ve. No se sabe ni cuándo ni dónde ni con quién el viento violento de los versos de poesías y poemas entran y salen en las personas. Pero, se percibe. No se repara ni si este tema en cuestión se ha llegado a considerar de interés cultural local o universal, asunto de la semana, tema importante más que insignificante. Pero, se observa como con cariz menor, menudo, minúsculo. ¿El viento violento de los versos? ¿Qué versos? ¿De que poetas? ¿Y por qué? No hay preceptores ni preceptos. No hay más que ese vendaval para viajeros vigilantes y venturosos.

EN CATALUÑA

Elecciones trucadas

M. G. Jorba Obiols

Barcelona

No nos engañe la pretendida exactitud de unas cifras. Los resultados de las elecciones catalanas serán legales, pero tienen una base falsa, son ilegítimos. En Cataluña hace ya tiempo, y cada vez más, no se dan las condiciones para un auténtico derecho a decidir. La información está siendo sistemáticamente manipulada desde el gobierno local, que censura --en el contenido, e incluso en la lengua-- a la oposición, mientras que utiliza los medios de difusión públicos de modo partidista y compra a los privados. Manipulación casi sin precedentes, pero necesaria para ir convirtiendo --por adoctrinamiento o chantaje--, un pequeña minoría inicial en una posible mayoría independentista.

DAÑOS A LA MARCA

Volkswagen

Pedro Serrano

Valladolid

El engaño de Volkswagen es un asunto muy feo, muy poco edificante. Un fraude estúpido que daña gravemente a la propia marca y el crédito de un país, Alemania, que todos creíamos serio y ejemplar en la fabricación de sus productos. Un delito del que Volkswagen debería responder con el arrepentimiento, la reparación y las indemnizaciones correspondientes a los usuarios, la devolución de las subvenciones por la supuesta eficiencia de sus motores y la petición de perdón a todos los ciudadanos que hemos respirado el aire contaminado de sus motores en índices superiores a los que nos aseguraba la marca. Con el fraude de Volkswagen una vez más comprobamos que, en este mundo mercantil y competitivo en el que vivimos, la ética no ocupa un lugar preeminente. Lamentablemente, una y otra vez se demuestra que la honestidad no siempre es capaz de gobernar nuestros actos. Por ello, no queda otra elección que confiar esa responsabilidad al Estado, a los organismos públicos correspondientes para que ejerzan de guardianes de nuestra seguridad y del buen hacer en cualquier orden de la vida. Este fraude debería servir de acicate para reforzar los medios de supervisión sobre ese océano de productos que llegan a los inocentes e indefensos consumidores sin la seguridad que se merecen.