La Justicia ha hablado. Ya hay sentencia por el caso Feval. Sí. Había caso.

Y lo había porque había quien malversaba dinero de todos los extremeños, falsificaba documentos y manipulaba la contabilidad de una institución pública de la que se evaporaba el dinero por arte de magia. Corrupción con todas las letras.

La Audiencia Provincial de Badajoz ha condenado a ocho años y tres meses a cada uno de los tres directivos que tenían mando en plaza en la Institución Ferial de Extremadura durante la primera legislatura de Guillermo Fernández Vara.

El presidente de la Junta también sabía que había caso. Lo sabía porque recibió una carta de los trabajadores de Feval donde le decían, años antes, lo mismo que le han contado al tribunal ahora.

La reacción del presidente socialista fue meter todo aquello debajo de la alfombra, y la reacción de su mano derecha en Feval fue despedir a aquellos trabajadores, incómodos para algunos y necesarios para los intereses de todos los extremeños.

El Partido Popular de Extremadura no permitió que este asunto fuera a diluirse y lo llevó a los tribunales hace seis años.

Es lo que había que hacer, pero Fernández Vara se despachó a gusto diciendo que el caso Feval era una cortina de humo, tonterías y changás. El mantra del PSOE durante años fue decir que esto era una persecución política.

Los políticos tienen la obligación de defender los intereses de sus representados.

¿Qué dirían de nosotros los extremeños si miramos hacia otro lado cuando se usan sus instituciones para fines que están en el código penal?

¿Qué ejemplo daríamos a los que nos ponen con su voto al frente de responsabilidades públicas si en lugar de perseguir a los que delinquen los protegiéramos?

¿Qué imagen daríamos al resto de españoles si permitimos que las instituciones públicas sean un club privado de unos pocos?

Ustedes ya saben la respuesta.

Ahora toca el bochorno porque nadie da la cara. Y en el Ejecutivo extremeño sigue mandando quien mandaba. Y, por tanto, tiene mucho que decir. Pero no precisamente tonterías y changás.