Tras la desafortunada temporada taurina del 2016 en Cáceres, nos encontramos en plena cuaresma de invierno, en la que hemos de ayunar de todo espectáculo taurino. Pero esta inactividad que debe ser solo aparente, porque este descanso hemos de aprovecharlo todos para hacer firme propósito de enmienda, a fondo, de cara a la nueva temporada y no volver a caer en los mismos defectos que en campañas anteriores.

Al terminar esta cuaresma invernal en la que, como todos los años, los que sentimos afición por la fiesta de los toros y los que negocian con ella, nos toca espiar los errores cometidos en las temporada anterior.

Hay que regenerarse en el Jordán del arrepentimiento para que cuando se oigan los primeros toques de clarín de la nueva temporada, limpio de toda culpa, podemos unos y otros contribuir al engrandecimiento de esta fiesta española, que es la más española de todas las fiestas. Como viejo aficionado, como amante de la fiesta de los toros y defensor a ultranza de la plaza de Cáceres y sus festejos, no puedo estar conforme con las gestiones que ha venido llevando nuestro consistorio en esta materia.

La única esperanza de la afición la tiene en el ayuntamiento cacereño, propietario del coso. Estamos a tiempo de poder hacer las cosas bien y, no volver a cometer los errores de años anteriores. Utópico sería pensar en organizar una feria con la inclusión de José Tomas y pagar al diestro de Galapagar su actual caché para que la fiesta en nuestra ciudad recobre todo su prestigio y volverá a ser lo que fue.

Todos a la espera, pero en el punto de mira. Y esa es la mejor señal de lo que será un invierno tranquilo, esperanzador y de ilusiones renovadas.