WNw o podría imaginar Francisco Javier Antón, el alcalde socialista de Guijo de Galisteo, cuyo ayuntamiento también gestiona las pedanías de El Batán y Valrío, que su modesta consulta sobre si mantener o reducir a la mitad el presupuesto dedicado a los festejos taurinos en las tres poblaciones iba a concitar la atención de numerosos medios de comunicación nacionales. Pero ya se sabe que pocas cosas tienen tanta fuerza como los tópicos, y plantear una consulta en Extremadura para que la población elija si quiere trabajo o quiere fiesta era una irresistible invitación a que se nos observara desde fuera por si había una ocasión para acogerse al lugar común. Y la hubo: el resultado de la consulta, en la que la opción de los toros resultó ganadora, ponía la guinda al estereotipo, de manera que desde el domingo quienes piensan que a los extremeños lo que nos gusta es estar en el bar, echar las tardes en capeas y comer la sopa boba tiene en el referendo de las tres localidades cacereñas un elemento empírico que pasará a la categoría de lo irrefutable.

La consulta ha sido un error. En primer lugar porque el ayuntamiento está para tomar decisiones. También las incómodas. La escasa participación (menos del 30%) es una censura a la idea. En segundo lugar porque una consulta de este tipo no es propicia a los matices. Si a ello se añade que, para los amantes de lo simple, Extremadura queda como tierra poco dada a la laboriosidad, el viaje del referendo ha sido en balde.