Una docena de jóvenes de 17 años, y por tanto menores de edad, no se les ha ocurrido cosa mejor que, para celebrar una fiesta que ellos denominan ´de quintos´ aunque ninguno irá al servicio militar, tomarla con una burra que dormía plácidamente, ensañarse con ella propinándole golpes e incluso metiéndole un palo por el recto, hasta matarla. Ni que decir tiene que esta acción, que muchos de estos jóvenes cometieron después de una noche de juerga, es incalificable e intolerable: es algo más que una salvajada. Eso sí, una salvajada buscada, puesto que tuvieron que acceder hasta donde se encontraba el animal después de entrar sin permiso en una propiedad rompiendo la base de la cancela de la entrada.

El ensañamiento con los animales, los malos tratos gratuitos, no son infrecuentes en Extremadura. Los casos de torturas y agresiones sin ninguna justificación y solo por diversión contra perros, cabras, burros menudean en los medios de comunicación. La semana pasada, sin ir más lejos, aparecieron mutilados en Badajoz dos cachorros de perro, lo cual, al menos, ha sido contestado con una concentración ciudadana convocada por la asociación Adana.

El problema no es solo que haya gente dispuesta a protagonizar lo que, además de una salvajada es un delito, sino muchos más dispuestos a echar tierra encima. No se sabe qué es más triste, que en Torreorgaz haya un número considerable de jóvenes dispuestos a participar en la ceremonia inhumana de golpear a una burra hasta matarla, o que a la propietaria del animal se le eche en cara en el pueblo haberlo denunciado.