WEw s muy conveniente que las fuerzas políticas hagan propuestas y lancen ideas sobre los problemas reales, y qué duda cabe que el de la emigración y la integración de los recién llegados a nuestro país es uno de esos asuntos que preocupan de verdad a la sociedad. Pero dicho esto, resulta lamentable que el PP se haya deslizado por el fácil camino de la demagogia para, primero, lanzar la peregrina idea de crear un "contrato de integración con valor jurídico" por el cual los inmigrantes se comprometan a respetar la ley, pagar los impuestos, aprender la lengua y aceptar las costumbres y, no contentos con ello, abundar en esa idea y proponer, como lo hizo ayer el responsable del programa electoral del PP, Juan Costa, un "visado por puntos" para los inmigrantes, en razón de su país de origen, formación y adaptación al mercado laboral.

Es evidente que todos, nacidos aquí o llegados de fuera, tenemos la obligación de cumplir las leyes, y entre ellas están las fiscales. Y quien no lo haga deberá pagar las consecuencias, sin distinguir sobre su lugar de nacimiento. Pero para eso no hace falta firmar ningún contrato especial, por lo que la propuesta de Mariano Rajoy resulta superflua.

Es absurdo, por otra parte, pretender que la lengua se aprenda bajo la presión de un documento firmado. Y extender ese compromiso al terreno de las costumbres es un planteamiento impresentable y seguramente inconstitucional. Como han subrayado algunos colectivos de extranjeros residentes en España, ¿a qué costumbres se refiere Rajoy: a las religiosas, a las culturales, a las folklóricas? Ayer, el embajador de Irán defendió que se corte una mano a quien robe, y lo hizo apelando a la tradición y costumbre de su país, ¿alguien puede considerar ese argumento como válido? La idea de Rajoy va en contra del pluralismo social, cultural y lingüístico de las sociedades democráticas avanzadas y desprende, como ha dicho el ministro Rubalcaba, un tufillo xenófobo. Más aún cuando es argumentada por el tosco secretario económico del PP, Miguel Arias Cañete, quien ha calificado a la inmigración de poco preparada y ha llegado al insulto de decir que ya no hay camareros como los de antes porque los actuales, extranjeros, no saben memorizar una comanda.

Si el PP cree que por ese camino gana votos al excitar las bajas pasiones de quienes viven asustados por la gran ola migratoria reciente, se equivoca de plano porque una mayoría social entiende que los extranjeros han traído prosperidad al ocupar puestos de trabajo de todo tipo, y particularmente aquellos que los españoles, por su penosidad y bajos salarios, no están dispuestoa a hacer. El discurso de Rajoy sobre emigración, que toma algunas de las propuestas duras del presidente francés, Nicolas Sarkozy, es especialmente peligroso al pronunciarse en un momento en el que muchos analistas pronostican que el paro va a golpear en primer lugar a colectivos de inmigrantes del sector de la construcción. Al PP solo le falta pedir que los parados vuelvan a sus países antes de cobrar el desempleo.