Cuando vean que los políticos cambian sus dinámicas de trabajo habituales, huele a elecciones. Enero 2018, o el momento posterior de tramitación de los respectivos presupuestos municipales, autonómicos y estatales para este año, marcan el comienzo del calentamiento de los aparatos de los partidos para ir creando el clima de opinión pública proclive a la decisión final, allá por mayo de 2019, y que exigirá por parte del votante el decidirse en tres comicios distintos.

El domingo 26 de mayo de 2019 habrá según lo previsto elecciones en tres ámbitos; el municipal, el autonómico, y también para el Parlamento Europeo, y no se descarta que antes de acabar el año haya también elecciones generales dependiendo del resultado de las anteriores --de la tendencia mostrada por los votantes-- y de la voluntad del presidente Mariano Rajoy, esa persona que, por cierto, fue en Galicia número dos en el gobierno regional de un presidente autonómico que esta semana ha salido en el episodio de la muy buena serie televisiva Fariña.

La aprobación de los presupuestos autonómicos extremeños a mediados del pasado mes de enero, y la presentación del proyecto de ley de los estatales días atrás por el ministro Montoro, han señalado de hecho el comienzo de una larga precampaña electoral a la Presidencia de la Junta, que entre otras cosas tiene el efecto de poner a algunos políticos a trabajar.

Después de aterrizar en los cargos, designar nombramientos y calmar las aguas revueltas a causa de estos últimos en los partidos, suele venir una fase de impulso y planeamiento político; elaboración de programas, trazo de estrategias plurianuales y reflexión sobre ideas-- fuerza con aplicación práctica. Eso es lo normal, aunque hay parcelas de la Administración política pública que una vez pasadas las elecciones y formado los equipos, desaparecen como el Guadiana en cambio climático y sequía pertinaz.

Sí, hay presuntas figuras destacadas en el panorama político regional que simplemente desaparecieron, más allá de apariciones para saques de honor en partidos de fútbol, ceremonias oficiales y otros entretenimientos, pero que quedaron al margen de cualquier intervención y manifestación en los problemas ciudadanos habituales: desempleo, incertidumbre juvenil, la injusticia del actual crecimiento sin efecto redistribuidor social alguno, absentismo parcial de políticas como la dependencia u obligaciones legales como la de memoria histórica.

Se supone, porque es lo acostumbrado, que aparte de sestear y tomar cafés se han dedicado al vicioso arte de maquinar, dentro del partido, claro, y defender o intentar asaltar un estatus de privilegio.

Pero para ellos ha sonado la alarma de despertarse, levantar, echar atrás las cálidas sábanas de la indolencia y empezar a trabajar con los equipos de comunicación en mensajes, estrategias, planes publicitarios con los medios, informes, análisis, ruedas de prensa y comunicados. Para los periodistas, que solo a limpiar de basura sus correos electrónicos públicos dedican demasiada parte de la jornada --encontrar algo útil, desinteresado y veraz es como la aguja en un pajar--, viene la pesadilla cuatrienal de tratar de aventar el chaparrón de mensajes para no morir en el intento de ser verdaderos mediadores entre la audiencia y los grandes poderes, representantes modestos de la primera, y mirada crítica de los segundos.

Así que, lector, aumente su vigilancia, incremente sospechas e incredulidades, haga uso del bisturí y de la memoria --esa que perece pronto en los actuales torbellinos vitales-- para intentar mantenerse en pie, analista y desconfiado porque todo logro, o presunto logro, propio del emisor del mensaje político será exagerado, al igual que toda laguna ajena profundizada.

En estos casos no resulta baladí confiar en los que allí han estado estos últimos cuatro años, cercanos a los problemas, con sus soluciones y propuestas acertadas o erróneas, pero que al menos han gobernado o hecho buena oposición y han escuchado, en audiencias públicas y reuniones privadas, las quejas de los problemas ciudadanos.