Escritor

Soy contrario a viajar si no es por una causa ineludible. Hoy eso es casi imposible, debido a Ramón García, que nos machaca a diario con páginas enteras. Ramón García casi te saca por las solapas de tu casa, de donde jamás habrás ido a ver el Museo de Arte Contemporáneo, con una muestra extraordinaria. Ramón quiere que vayas más lejos. Quiere que veas todo, incluidos safaris con tigres y elefantes. A veces una nueva carretera te impulsa a hacer una escapada. En Portugal, camino del Algarve, la A-2 se ha prolongado hasta la bifurcación de Faro y Portimao, que sigue después por la A-22, donde los automóviles van a carajo sacado. A la salida de Villanueva, en vista de este tráfico espeluznante, trato de ir despacio ocasionando los menos trastornos a los de las altas velocidades. Antes de llegar a la desviación que sube a Lisboa, un Mercedes choca contra la mediana de cemento armado 200 metros por delante de mí, salta por los aires incendiado y choca de frente contra los que venían en la mano contraria y uno de ellos es arrojado al vacío. Me pongo a rebufo de un camión y salgo lentamente.

Todos iban o venían de bañarse. Iban o venían del aeropuerto de Faro de alquilar un coche para tumbarse sobre la arena como pestorejo sobre una barbacoa. En los ratos libres, todos van con la boca abierta aburridos como ostras y con quemaduras de tercer grado. No hay un solo acto de cultura. Los pueblos portugueses sacan sus corridiños a la calle. Todos son parejos. Visto uno, ves a todos. Ellos se bañan poco y se tuestan menos. En la playa, para el portugués medio, la hora de comer es sagrada.

Después, en las grandes ciudades, dejan que dos gánsteres se sienten en un parlamento, protegidos por las mafias de la construcción que compran todo. El PSOE vive en la indigencia, el PP está contento. Volverán a ganar que es de lo que se trata. Con mafias, con sindicatos del crimen, como sea. El caso es ganar. Las finanzas de Rato es lo de menos. En la televisión extremeña veo a dos del PP que hacen visages para sordomudos.