Escritor

El caballo de batalla del régimen anterior era hacernos un traje que durara eternamente, como la pana, y que sirviera tanto para el invierno como para el verano. En Extremadura estaba además todo el pescado vendido y se pensaba en un disfraz que sirviera para todo.

La cocina donde se afanaban como taller de costura era el gobierno civil, desde donde se nos había tomado la medida, y tuvimos sastres gloriosos, como Riesgo, Zurrón, con su sobrino, que después ha hecho gran labor en instituciones con su simpatía natural, que era lo que le faltaba al régimen anterior, y González Zurrón se la dio desde la diputación y sobre todo desde el pub Sailors, que se han gestado o se gestaron negocios, colocaciones, conspiraciones de terciopelo para ascender de categoría. Y allí tuvimos personajes que a los pechos de moriles y montillas fueron construyendo el traje natural de esta ciudad, hasta la llegada de Celdrán, en cuyo pub se reunía con sus fieles para pedirle ayuda, que no necesita hoy con sus ascensión a los cielos.

Con el PSOE, el traje apenas mudó de moda, y hoy sufre las consecuencias sin todavía haberle podido hincar el diente a la ciudad, que no es una pera en dulce que digamos, sino todo lo contrario, y basta ver las listas, que menos mal que Ibarra está en todo, y hace fe de duro nacionalismo para poder seguir en un medio hostil, duro y granítico.

Un personaje fundamental de la transformación de este traje es el consejero de Cultura, que se sueña con Badajoz y ya no sabe qué darle para mudarle un traje que se sostiene en pie del almidón de los siglos inalterable. Hoy la propia realidad cultural está hasta por encima de ese traje que se le viene estrecho. Hoy es corriente ver por Badajoz gentes con un instrumento musical a cuestas además de nuestro trompetista habitual, y González Barroso en todas las almas. Hoy es corriente ver a una orquesta que no tiene lugar donde ensayar, como le pasa a la orquesta Luso Española, y tantos que tendrán que terminar por tocar por las esquinas. O sea, que hay que ensanchar el traje aunque sea de almidón y como sea y estaremos de suerte si el alcalde recala en Madrid, porque seguro, seguro, que por lo menos no nos va a faltar La venganza de La Petra .