Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

Todos nos hemos sobrecogido con la triste noticia del asesinato de siete compatriotas en Irak, la solidaridad con las víctimas y familiares, ha sido expresada con acentos distintos y en tonos diferentes, pero dolor y solidaridad han sido unánimes. Y sin embargo la sombra de Bécquer me persigue y no dejo de pensar aquello de que sólo se quedan los muertos . Habrá que hacer, como con otros muertos un ejercicio, no piadoso, sino de justicia, de recordar la memoria histórica y honrar sus huesos olvidados. Los de todos los olvidados fueran víctimas de quien fueran víctimas, porque al final de cuentas si un pueblo no es capaz de que sus muertos sean de todos, ¿qué clase de pueblo es? Yo estoy seguro de que a estas alturas de nuestro proceso histórico, los muertos son ya de todos y estos siete muertos, por supuesto, que también.

Si por encima del sentimiento buscamos las últimas razones de su muerte, la respuesta se torna un tanto difícil. El devenir histórico nunca es lineal, y las relaciones causa efecto tienen siempre una gran complejidad. Hay mucho de dominación económica, con explicaciones al más puro estilo marxista, pero hay más causas, hay choques culturales, miedo a perder formas de vivir que aún dentro de la pobreza, incluso de la extrema pobreza, aseguran cuotas de solidaridad que dan seguridades a los individuos. Seguridades no sólo económicas, sino también sociales. En este avispero de creencias y petróleo, aderezado con el derrocamiento del sátrapa de turno, Sadam Husseim, han caído nuestros compatriotas y en esta trampa, trampa mortal en el sentido literal de la palabra, están nuestras tropas.

Entrar en la guerra de Irak, fue una gran imprudencia, un inmenso error, salir, y salir con dignidad, va a encerrar muchas dificultades. Máxime, cuando un Aznar ensoberbecido que ya solo responde ante Dios y ante la Historia, que no creo que le juzgue con benevolencia, desprecia la mano tendida de un jefe de la oposición que no se merece. Somos muchos los ciudadanos que compartimos el ejercicio de responsabilidad de Zapatero, explicitado en el debate del martes último, en el Congreso de los Diputados, en el que optó por el camino más difícil y menos rentable políticamente, pero el más honesto sin duda, ante la gravedad de la situación, la oferta de consenso, diálogo y entendimiento.

Recuperemos la unidad en los temas internacionales. Si el PP se cree que los grandes temas que exigen un consenso básico, como son el posicionamiento internacional, la lucha contra el terrorismo o la unidad de España, los pueden despachar solos, por mucha mayoría absoluta que tengan, se equivocan y su error es de una gravedad difícil de evaluar. Comportándose en estos términos uno agradece y lo agradece mucho, la decisión tomada por Aznar de no volverse a presentar.

Irak, un pérfido invento inglés, de los muchos que hay que agradecerles en Asia y Africa, caería en un caos, aún mayor del existente, sin la presencia de las tropas de ocupación extranjera, pero la legitimidad de esta ocupación tan sólo puede venir de la ONU, y con el beneplácito de Estados Unidos, que hasta ahora en esta cuestión se está comportando en el Consejo de Seguridad, como la Unión Soviética de los peores tiempos de la Guerra Fría. La presencia de una nueva resolución del Consejo de Seguridad, que garantice la presencia de un contingente internacional predominantemente, aunque no exclusivamente árabe, es la única opción para reconducir este espinoso tema.