Este año se conmemora el 40 aniversario de la Constitución. Mucho se ha escrito ya sobre este trascendental periodo de nuestra historia reciente. Acabo de terminar de leer el libro de Santos Julia: ‘Transición’, donde se muestra un recorrido, que tiene su origen en la guerra civil, y que culmina en las elecciones catalanas de diciembre del 2017.

Haremos un repaso de los elementos que más se pueden resaltar y que, seguro, nos van a ser de gran utilidad para aproximarnos a una visión de lo que fue aquella apasionante época.

Ya durante los últimos años de la guerra civil, se buscó, por parte del denominado bando republicano, una salida al conflicto a través de la mediación de algunas grandes potencias (Francia, Inglaterra y USA) pero que contó con el firme y decidido rechazo de Franco y de la jerarquía de la Iglesia Católica que, únicamente, contemplaban la victoria.

Tras el fin del conflicto, desde el primer momento, en el exilio se intentó una salida a la sangrienta dictadura. Pero estaban muy divididos, no solo por cuestiones personales, sino también por conceptos de cómo debería ser la nueva España: republicanos, socialistas, comunistas e incluso los monárquicos, con un don Juan entregado en manos de Franco, ofreciéndose para implantar una monarquía tradicional pero que, con el paso del tiempo, se percató que, mientras el dictador viviese, él nunca reinaría.

1945 representó la figura del desencanto. En esos momentos todos los antifranquistas pensaron que, en breve, España recuperaría su libertad. La realidad fue muy diferente. La iniciativa puesta, de manera reiterada, sobre la mesa, de celebrar un plebiscito para que fuera el pueblo español el que decidiera su futuro, nunca llegó a cuajar. Las potencias extranjeras insistían en su no a Franco, pero a la hora de la verdad, no hacían absolutamente nada para derribarlo. El culmen fue cuando se vuelven a establecer relaciones diplomáticas.

En la década de 1960 ya tenemos consolidados en el interior grupos muy organizados (al margen de los clásicos partidos de izquierdas, como el PSOE o el PCE) de oposición al régimen: los monárquicos liderados por Gil Robles, exfalangistas como Dionisio Ridruejo o el entorno del profesor Tierno Galván. Se empieza a hablar de varios planes de transición, en todos ellos se excluía la participación de fuerzas consideradas totalitarias como el PCE y la Falange y de comprender la guerra civil como un hecho histórico. Algunos monárquicos habían intentando plantear la restauración de la monarquía como culminación del Movimiento en la persona de don Juan. La dictadura, de momento, se veía como un reino sin rey.

A partir de estos años, cobran un especial protagonismo las generaciones jóvenes que no vivieron en la guerra. Son los momentos en los que más se habla de reconciliación y de evolución en lugar de cambio de régimen.

En este contexto se produce en 1962 el encuentro de varios destacados opositores en Múnich para hablar del futuro de España. Un país que había cambiado mucho: la emigración, el desarrollo económico y los cambios sociales, pedía también un cambio político que le faltaba.

Se realizaron contactos con la cúpula del Ejército para que echaran a Franco ( o le convencieran que debía irse) con el objetivo de implantar la monarquía que traería la democracia. Sin embargo, al final Franco designó como su sucesor a Juan Carlos, saltándose a su padre. Era una demostración de que la monarquía que quería Franco, era la monarquía del Movimiento.

De esta guisa, finalizada la década de 1960, todo el mundo era consciente de que no había forma de derrocar a Franco. El PCE con la colaboración de parte de la Iglesia, inicia una oleada de movilizaciones de estudiantes y obreros (la única destacada anteriormente había sido una manifestación de estudiantes en 1956). Nacen las Comisiones Obreras.