En estas fechas es inevitable echar la vista atrás y recordar cómo éramos y lo que soñábamos entonces. Rodeada de niños presentía esperanzada una España en la que tuviéramos una libertad que no había y una posibilidad de intervenir, de una forma tan limitada como es el voto, en la marcha de nuestro país. Han pasado treinta años y a pesar de las muchas conquistas no me doy por satisfecha con lo conseguido, todavía existe una zona de España donde hay ausencia de libertad y donde hasta hablar con claridad es comprometido para los que lo hacen y puede significar la muerte o el desprecio. No está acabado aquel proceso ilusionante de la Transición. Hoy no son mis hijos los que me preocupan, sino la España que tienen que vivir mis nietos. Muchos de aquellos valores se difuminan o se consideran anticuados. Los personajes de primera nivel, en líneas generales no tienen la categoría que nos merecemos los españoles, que, sin haber estado en la ceremonia de conmemoración del Congreso, somos los artífices los que verdaderamente hemos luchado y engrandecido este país. A pesar de todo lo que estamos viendo, quiero conservar la esperanza.

Gloria Calvar Landín **

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