La inversión en ciencia, tecnología e innovación es imprescindible para conseguir un desarrollo económico y un progreso social. No parece ser esta una máxima a la que el Gobierno del Partido Popular tenga mucho apego si tenemos en cuenta las señales de alarma que, desde el colectivo científico, se prodigan con intensidad desde hace mucho tiempo.

Hay dos trenes que se disponen a partir de España, puede que forma irremediable. No solo el futuro económico, la salida de la crisis, depende también de la inversión en en investigación y desarrollo (I+D). Quedarse en el furgón de cola de estas inversiones sin llegar siquiera a la media europea, un 1,8% el PIB, deja a España en desventaja respecto a sus vecinos y hace proyectar sobre ella una sombra de incertidumbre que, en ningún caso, favorece a un sector que tira del carro de la vanguardia en todos los países.

No se trata de salvar este momento puntual con piruetas. Un primer tren parece ya perdido, toda una promoción de jóvenes superformados. En el segundo va la apuesta por la ciencia que se hizo años atrás. A pesar de que ese esfuerzo ha sido recompensado con el reconocimiento exterior y la colocación de España en el mapa científico mundial, los recortes, la desorganización y el desdén del PP abocan al sistema a un deterioro que podría ser irreversible.

Pero la resignación no es la mejor fórmula para responder a un perjuicio que va más allá del generado a unos apellidos célebres que crean escuela y que, por supuesto, ponen al país en la lista de fiables. De nuevo, el PP se encuentra solo, ahora ante la protesta del colectivo Carta por la Ciencia, que cuenta con el apoyo de científicos de toda condición, universidades, sindicatos y partidos políticos. No es este un grito cualquiera. Regresar a la periferia de la investigación y de la ciencia es la vía directa para regresar también a la periferia económica o simular la superación de la crisis en curso. Dada como es España a mirarse en espejos ajenos, este sería un buen momento para observar qué hacen los países que más corren hacia el final del túnel. En ellos, estas inversiones son estratégicas. Incluso sin llegar a la asunción de esas políticas con visión de futuro, aquí se podría empezar por una buena ley de mecenazgo, por aliviar la burocracia y por escuchar a todas las personas implicadas en este sector, cuya precarización precariza nuestro futuro.