THtan tenido que pasar más de cien años para que en Extremadura podamos estrenar un tren nuevo, que huele a limpio y que no nos vuelve locos con un soniquete de herrería. Para quienes usamos este medio de locomoción todos los días es una gran noticia porque, comodidades aparte, es en los ferrocarriles donde más claramente se ve la diferencia entre Extremadura y el resto de Europa. Aún así, los flamantes trenes sólo podrán alcanzar sus altísimas prestaciones en el tramo Badajoz-Aljucén, de momento, y tendremos que esperar tiempo para dejar se ser la única comunidad autónoma sin siquiera un kilómetro electrificado.

Los últimos treinta años hemos visto cerrar decenas de estaciones y hay un ave de rapiña que amenaza con reducir a cuatro las paradas de los trenes extremeños. En los próximos años habrá que optar entre si queremos buenos trenes para muchos o lujosos aviones sobre raíles para unos pocos y a precios inalcanzables para la mayoría de la gente. Muchos hablan del ferrocarril como el transporte del futuro pero saben que no sólo no se reabrirán aquellas estaciones que se abandonaron sino que algunas de las actuales acabarán por venirse abajo. A veces cabe preguntarse si no sería necesaria una dosis de pragmatismo racional como antídoto para los ataques de suntuosidad de las aves de paso.

*Profesor y activistade los Derechos Humanos