Ha muerto Jesús de Polanco, como antes lo hicieran Antonio Asensio y Juan Tomás de Salas. Fueron los editores de la transición. Con ellos ha desaparecido una época en la que los medios de comunicación fueron hilo conductor de la transición y crisol donde se fraguaron muchas batallas para que la democracia fuera posible.

Conocí a los tres de forma desigual. Con Asensio trabajé muchos años y tuve una relación fluida sin ser nunca de su círculo más estrecho. Asistí al declive de las empresas de Juan Tomás de Salas como director adjunto de Cambio 16, en la última época en la que la revista fue realmente influyente. A Polanco le he saludado media docena de veces e intercambiado frases corteses en algún corrillo madrileño. Con todos he trabajado en libertad.

Decía Felipe González que se están amortiguando los protagonistas de una época, de una generación (formada por quienes tuvieron las vivencias compartidas de la transición) que entendía la vida política y social precisamente a partir de esa experiencia compartida. Hoy tenemos que convivir en otras atmósferas distintas de las que permitieron la formación de los medios de comunicación por los que discurrió la transición. La prensa amarilla --que es además ultraconservadora, reaccionaria-- se ha impuesto en su pretensión de ser respetable porque un sector de la sociedad le permite la impostura de que la mentira continuada tenga apariencia de verdad.

No es casual que los corsarios de la pluma y de las ondas radiofónicas odiaran tanto a los tres editores desaparecidos. Eran el espejo invertido de todas las carencias de quienes gritan, manipulan y proyectan invectivas a la sociedad buscando reeditar los odios acomodados en embalajes estancos durante la transición. Tenemos que depositar la esperanza de que la generación de recambio haya sido capaz de intuir la grandeza de los principios de la que se ha ido. La huella de estos editores es profunda y no será fácil que haya apisonadoras capaces de borrar esos señuelos que enmarcan muchos de los valores que hoy podemos disfrutar también gracias a ellos.