WLwa cumbre que el jueves reunió en París a Putin, Chirac, Schröder y Zapatero sólo presentó una novedad: la presencia del presidente español. No es menor la innovación, porque extiende la representación de la UE al sur y amplía la relación del eje franco-alemán con Moscú. Desde su concertación política, París y Berlín entienden que hay que mantener una relación estable con Rusia. Saben bien que es esencial contar con la federación, darle seguridades desde la óptica de la construcción europea y mostrarse cercanos frente a lo que Putin percibe como presiones norteamericanas. Porque Washington ha subido el tono crítico hacia lo que se ve, no sin razón, como déficits de la democracia rusa. Los centroeuropeos, prácticos, hacen una crítica discreta, por ejemplo sobre la situación de Chechenia, pero la compatibilizan con la necesidad de hacer sentir cada día a Rusia que es Europa.

Se ha dicho que fue Putin quien sugirió la presencia de Zapatero. En cualquier hipótesis, su asistencia es coherente con una política de conjunto, multilateral por definición. Se inscribe en el fundado retorno de España al corazón de Europa y es una prueba de autonomía y cercanía a Berlín y París que no debe sorprender a nadie.