XExs difícil concretar si, como dicen, el tricornio deprime o no, pero hay datos que revelan que la tasa de suicidios en la Guardia Civil triplica a la de otros cuerpos. El primer cuerpo de seguridad pública de ámbito estatal surgido en la hoy fragmentada España que nos ha tocado heredar fue creado a inicios del reinado de Isabel II , impulsado por el Gobierno moderado de González Bravo y por consenso. Entonces había bandoleros, hoy transformados por la reconversión modernista de los tiempos en cacos o ladrones de guante blanco y mirada sucia. La Guardia Civil, para asombro de quienes nos visitan y disfrutan de nuestras contradictorias costumbres, no es civil, sino militar, y por mucho cambio político que venga parece poco probable que la cosa se vaya a mover.

Es posible que con el tricornio en el armario y la pistola en la mesilla la tentación no viva arriba, sino que duerma al lado. Con estos datos de siniestralidad laboral voluntaria encima de la mesa, los mandos intermedios, presionados por arriba, humillan hacia abajo, que es lo que parece haber hecho el responsable del destacamento de Tráfico de Badajoz al sancionar a diez agentes (¿o números?) por escribir. No hay nada más bello que lo que nunca tendremos porque así lo valoraremos en exceso, y no hay bien más preciado que vivir y expresarse en libertad. Los diez guardias civiles de Badajoz y sus compañeros ya forman parte de la triste estadística del benemérito cuerpo, para cuya organización se designó al tan nombrado como desconocido duque de Ahumada , hijo del marqués de las Amarillas . Esos diez hombres, pobres ignorantes, tuvieron el atrevimiento de hacer peticiones o reclamaciones en forma o términos irrespetuosos , pese a que, en realidad, denunciaban un agravio comparativo, término prohibido en la jurisdicción militar. Vestidos de verde o con pantalón vaquero y camisa de franela, los diez valientes de Badajoz no sólo formarán parte de un expediente sancionador, sino también de otro que, con fines estadísticos, servirá para confirmar que el 20% de sus compañeros de destacamento se encuentra de baja por motivos psicológicos.

Resulta que un siglo y medio después de su fundación, el cuerpo que se creó para proveer "al buen orden y a la protección de las personas" se despeña ante sus 70.000 parroquianos por la torpeza de no comenzar a dar ejemplo en su propia casa, por mucho que los que pisan moqueta y visten traje de gala se empeñen en destacar la sabia evolución de la Benemérita a los nuevos tiempos. El 4 de noviembre de 2002 España se desayunó con la noticia de que un guardia civil había salido del armario y se disponía a vivir con su pareja en la casa cuartel. Tiempo atrás habíamos asistido al bautizo de la primera mujer guardia civil y hace tan sólo unos días a la foto del Papa con el tricornio en la cabeza. Pero la Guardia Civil, la de toda la vida, mande quien mande, reclama menos propaganda y más dignidad.

Conozco a guardias civiles buenos y malos, con y sin tricornio, a sargentos que actúan con tanta ligereza en las detenciones como en el retrete y a capitanes tan campechanos como una tortilla de patatas en una cena de gala. Hay guardias civiles que mienten en los juicios y también hijos del cuerpo que no merecen serlo, porque no lo usan, sino que abusan de sus cortesías, y pobres de aquellos que utilizan sus escasas influencias para dañar al prójimo, que detrás vendrá quien arregle cuentas ley en mano desde Fregenal de la Sierra a Plasencia. Pero por encima de todo conozco a hombres sacrificados que quieren vivir en libertad y fruncen el ceño cuando alguien intenta arropar su sufrimiento con estadísticas vacías y envolver su dolor en papel navideño. Al Papa hay que enseñarle a ponerse el tricornio, y a los que toman las decisiones basta recordarles que la dignidad es casi tan bonita como la libertad.

*Periodista