Cuando el pasado fin de semana llegamos al remozado hotel Habaneros en Cartagena, frente a las ruinas púnicas que reciben al viajero en la bella y antiquísima ciudad mediterránea, teníamos la esperanza de que este año la Lámpara minera sí se vendría para Extremadura; confiábamos, a la luz del desarrollo de las fases previas a la final del prestigioso Festival Internacional del Cante de las Minas, que no sólo la Lámpara, sino también algún otro premio se vendría para nuestra tierra, corroborando lo que todos sabemos: que la seriedad, el trabajo bien hecho, la competencia y el arte de nuestros cantaores, Miguel de Tena y Pedro Peralta , están a la altura de los mejores. Pero la experiencia de los años inmediatamente anteriores nos hacía albergar dudas razonables. Con todo, si la justicia anidaba en la catedral del Cante, la cosecha extremeña no iba a ser magra.

Y todo comenzó con la Minera en la larga noche del 12 de agosto, con la luna clavada sobre los derrumbes de Portmán y sobre la mar calma que antecede a la abrigada bahía cartagenera; porque, según el orden dispuesto por el jurado, curiosamente le tocó a nuestro Miguel de Tena abrir el fuego, aunque era el cantaor que con más cantes se había clasificado para la final. Quizá por ello el de Don Benito decidió comenzar su actuación precisamente con la Minera, sin templarse antes; con la verdad por delante y la valentía de quien se sabe dueño de su arte. No era fácil, no lo es nunca, ser el primero en actuar, abrir el fuego de una noche flamenca larga --más de tres horas de cante, baile y toque--; calmar los nervios sin referencias ni raseros. Quizá por eso tuvo aún más valor su extraordinaria actuación que puso, como era de esperar, el listón altísimo para quienes le venían a la zaga. Todo comenzó, pues, con la Minera, y a la postre fue premonitorio aquel arranque, ya que la noche terminaría también con la Minera, la misma Minera con que Miguel de Tena, ya proclamado ganador, cerraría el festival en la catedral de La Unión, en un círculo perfecto y feliz.

Pero el suspense del fallo y la expectación se mantuvo hasta el final. Uno cree ir sobre raíles, como el trenecito que une La Unión y Cartagena, y descarrila a las primeras de cambio. Es así que habíamos escuchado cómo el bordón minero, al toque, se lo habían concedido a Juan José Rodríguez Millán con todo merecimiento; o que el premio al baile se le había concedido a María Juncal Burrull , haciendo justicia a una bailaora espléndida a la que habrá tener muy en cuenta en adelante. Y en lo que nos concierne, amén del premio a la Taranta, también concedido a Miguel de Tena, oímos con júbilo cómo Pedro Peralta ganaba en la modalidad de Cantes bajo-andaluces por sus Tangos extremeños, tangos que con tanto saber y propiedad interpreta Pedro de la mano firme, cabal y también sabia del toque de Perico de la Paula . La actuación del cacereño, pese a saberse injustamente apartado en la final de otros cantes mineros o de la siguiriya, fue excelente, llena de dominio y aplomo, un portento de compás, con una frescura y verdad que contagió al público entendido de La Unión, demostrando que este tipo de aportes diferentes es lo que necesita el flamenco y lo que necesita un concurso tan importante y con la responsabilidad que tiene el festival del cante de la Minas. Cuando un concurso premia con justicia, no sólo gana el concursante, sino que gana el certamen, y eso es lo que ha ocurrido cuanto menos en el caso de los artistas citados: Juan José Rodríguez, María Juncal y nuestros Miguel de Tena y Pedro Peralta.

Si hace dos años hablábamos en estas mismas páginas del Triunfo extremeño en la catedral del cante, cabe hablar hoy con júbilo de un nuevo triunfo redoblado, por su valor intrínseco y por el valor añadido que su significado tiene. Frente a un patrón flamenco determinado al uso, que ignora lo diferente, en las Minas han triunfado dos extremeños, Miguel de Tena, Lámpara minera, y Pedro Peralta, con un cante inédito en La Unión, los Tangos extremeños , demostrando --aunque les pese a algunos-- que en el verdadero arte flamenco no hay exclusividades territoriales o nacionales, porque el auténtico arte es universal.

En tiempos en que no interesa mucho el estudio y el esfuerzo por conocer las verdaderas raíces, o la seriedad metódica que mira la tradición y la escudriña antes de innovar alocadamente y edificar sobre agua; en tiempos en que se premia (con escasas excepciones) el mero efectismo , lo superficial y huero, lo falso y lo fácil; en tiempos en que se aspira a la emoción por el camino más corto, por la senda más cómoda, sin atisbo de conmoción estética, y con la liviana compañía de la ignorancia, es una excelente noticia que dos extremeños hayan dejado constancia en La Unión de que es posible seguir caminando por la senda modernísima y universal del arte flamenco.

*Escritor