Fuerzas españolas de combate serán enviadas en breve a Irak. No en misión humanitaria, sino como tropas de ocupación de un país invadido en el que, además, la resistencia se recrudece. Ayer mismo los norteamericanos dieron muerte a más de 100 resistentes en el núcleo suní del centro de Irak. Los españoles se desplegarán en una zona hoy por hoy más tranquila, pero el riesgo es evidente. El Gobierno acude cuando el Consejo de Seguridad ya se ha plegado ante los hechos consumados, aunque visto lo sucedido antes de la guerra, probablemente lo hubiese hecho también sin este requisito. El millar de soldados españoles están, muy a pesar del Gobierno, bajo mando polaco. El que pronto será un nuevo satélite de EEUU en la UE contribuyó con comandos a la invasión, y ahora obtiene su reconocimiento. Criticar el papel secundario que se le reserva a España sería tanto como reprochar que su participación no hubiese sido más activa. Pero debe quedar constancia de cuál es el papel de España en los planes de Bush, muy lejos de las ínfulas de potencia internacional que despertó el protagonismo de Aznar en el encuentro de las Azores, justificado sólo por la presencia temporal en el Consejo de Seguridad de la ONU.