En un clima de tensión y violencia en las calles de Hamburgo, la cumbre del G-20 ha mostrado la foto fija de por dónde va el mundo en estos momentos de gran complejidad. Donald Trump y Vladimir Putin han robado el protagonismo no solo a los demás participantes, sino a los grandes temas que el encuentro de las principales economías mundiales ya afianzadas y las emergentes tenían en su agenda.

El encuentro de ayer era el primero que ambos líderes mantenían cara a cara. Se producía con el telón de fondo de la investigación estadounidense sobre la injerencia de Moscú en las elecciones que llevaron a Trump a la presidencia de EEUU y de las consecuencias del llamado Rusiagate, en el que se han visto involucrados altos cargos de la Administración y personas del entorno presidencial y familiar del dirigente estadounidense. Los puntos problemáticos de las relaciones entre ambos países son las sanciones impuestas por Washington a Moscú, la intervención rusa en Ucrania y el conflicto de Siria. La entrevista de ambos mandatarios tenía un punto de partida muy arriesgado al carecer de una agenda concreta sobre estos temas a tratar, especialmente por parte de EEUU. El Kremlin quiere un cambio de tono, quiere un gesto favorable por parte de la Casa Blanca, pero, más allá de las educadas y formales palabras pronunciadas por ambos mandatorios después de su encuentro -que se prolongó durante más de dos horas-, no resulta que haya habido grandes progresos en estas cuestiones. Solo en el caso de Siria, dado el desarrollo de los acontecimientos sobre el terreno con el desplome del Estado Islámico, se ha registrado una novedad: el acuerdo con las potencias regionales sobre el alto el fuego en el suroeste del país. Sin embargo, siempre queda el escándalo del Rusiagate, con capacidad más que suficiente para enturbiar las relaciones de los dos países. Tampoco sobre la prepotencia de Corea del Norte hay demasiados puntos de encuentro. Moscú y Washington apuestan por formas de presión muy distintas sobre la tiranía de Pionyang.

En esta foto fija que emerge de la cumbre queda claro cuál debe ser el recorrido de Europa, que es el de la cohesión, el reforzamiento de la UE como potencia comercial en base al comercio libre frente al proteccionismo y el aislacionismo de Washington.