El mismo día en que se cumplían 30 años del último golpe de Estado militar, los ciudadanos turcos aprobaron por una mayoría del 58% una reforma de la Constitución todavía vigente que había sido impulsada por aquel Ejército. La reforma promovida ahora por el Gobierno islamista moderado de Recep Tayyip Erdogan acerca a Turquía un poco más a Europa al aparcar la tutela sobre la democracia que han seguido ejerciendo los militares y los jueces. No era la primera vez que se enmendaba aquella Carta Magna, pero las reformas nunca habían sido tan profundas y por ello tan fuertemente contestadas por la oposición laica.

El estamento militar y la judicatura han sido los garantes de la república creada en los años 20 por Mustafá Kemal Ataturk. Han ejercido un poderoso control sobre la política y la sociedad haciendo que la democracia turca fuera en realidad muy poco democrática. Las enmiendas de mayor calado aprobadas ahora eliminan muchos de los privilegios de que gozaban ambos estamentos. Los militares, desprestigiados tras una serie de escándalos, podrán ser juzgados por tribunales civiles, mientras que el Parlamento tendrá mayor poder para elegir a los miembros de los órganos judiciales, hasta ahora representantes intocables del más estricto nacionalismo kemalista.

Desde que en 1995 los islamistas ganaron sus primeras elecciones, el enfrentamiento con el laicismo histórico ha marcado la política turca. La sospecha enarbolada por los nacionalistas de que Erdogan tiene una agenda oculta para instaurar una sociedad islámica debería haber desaparecido. En los ochos años que lleva en el poder habría podido imponerla, cosa que no ha hecho, mientras que su objetivo ha sido la reforma democrática, la liberalización económica y el acercamiento a Europa.

Dede España, el propio presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, felicitó ayer a Erdogan por la victoria del ´sí´ en el referéndum sobre la reforma constitucional y consideró que con ello Turquía impulsa un "importante avance" en el proceso de democratización del país y da "un paso más" hacia su entrada en la Unión Europea.

No obstante, las actitudes autoritarias del primer ministro turco alimentan sospechas. Una reforma constitucional debe hacerse desde el consenso y no desde la polarización. Requiere una cultura política que cuente con la oposición. Y esto es lo que está fallando. Turquía ha dado un paso importante en su camino hacia Bruselas, pero necesita que haya diálogo político y de momento solo hay dos monólogos.