El primer mundo no ha actuado de verdad hasta que ha tenido el ébola llamando a su puerta. Coincidiendo con la formidable noticia de que la auxiliar de enfermería Teresa Romero está prácticamente curada del virus, el Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea ha estudiado en Luxemburgo posibles medidas para coordinar esfuerzos y aumentar la ayuda económica en la lucha contra la enfermedad.

Se ha tardado más de la cuenta, pero una iniciativa comunitaria será bienvenida para frenar una epidemia que sigue desangrando varios países de Africa Occidental (Liberia, Sierra Leona y Guinea) con más de 4.500 muertos. En paralelo a esta positiva actitud de la UE llegaba, por contra, la noticia de que Médicos sin Fronteras lanzaba un sos en busca de apoyo por haber llegado a su capacidad máxima en la región.

Es ahí donde las instituciones oficiales deberían coger el testigo de esta organización no gubernamental como punta de lanza en la lucha para atender a los enfermos y para intentar controlar el problema. Alemania, por ejemplo, plantea la creación de una misión de cascos blancos, con personal sanitario europeo que ayude en las zonas afectadas. Mirar a Africa y contribuir a su desarrollo de forma decidida, y no episódica, es más que una obligación para la Unión Europea, y el ébola solo ha hecho que recordarlo.

En la línea de la decisión de la Administración de Barack Obama , los ministros de Exteriores también han acordado nombrar, probablemente esta misma semana, un coordinador que vigile las acciones emprendidas contra la enfermedad en su área de influencia en busca de la mayor eficacia.

Esta figura podría haber tenido un papel a desempeñar, sin ir más lejos, en la gestión del caso de la enfermera española Teresa Romero por las autoridades sanitarias de nuestro país. El final feliz del mismo no debería dejar en el olvido la larga lista de errores y despropósitos en el protocolo a seguir desde que se produjo el contagio, el pasado 25 de septiembre. Mientras el personal sanitario que ha atendido a la paciente merece todos los reconocimientos, la ministra Ana Mato y, sobre todo, el consejero de Sanidad de Madrid, Javier Rodríguez , aparecen en el otro lado de la balanza en la asunción de responsabilidades. Ni la disculpa pública, como hizo Rodríguez, les exime de ello.