WLwa cumbre trimestral de jefes de Estado y de Gobierno celebrada en Bruselas que acabó el miércoles ha sido de las menos complicadas de los últimos años. Quizá porque esta vez los 25 países de la Unión Europea (UE) no discutían directamente del reparto de los fondos comunitarios ni de cuánto debe aportar cada uno.

Se ha podido revisar con sensatez el pacto de estabilidad --que establece límites rígidos al presupuesto de cada país-- y adaptarlo al ciclo económico. Y la libre circulación de empresas de servicios en el mercado interior, que podía interpretarse como un incentivo para importar desde la Europa rica la precaria protección social de los países del Este, se someterá a una revisión profunda.

Hoy la UE, para ser creíble por los ciudadanos que han de apoyar su Constitución, necesita crecer. La fórmula más duradera para conseguirlo se apuntó en Lisboa hace cinco años. El miércoles se volvió sobre aquellos principios. Buena parte de las inversiones que se coordinan desde Bruselas debe destinarse a los programas de investigación y desarrollo (I+D), porque su efecto es transversal a todos los sectores de producción. España, muy deficitaria en I+D, tiene ahí la mejor opción para tener fondos de la UE.