Desde el año 2000, Marruecos reclamó repetidamente a la Unión Europea una relación especial, que fuera menos que una adhesión --algo que nadie contemplaba ni contempla-- y más que una simple asociación, que es el vínculo que han mantenido en estos años el país magrebí y sus vecinos europeos.

La nueva relación tomó forma en el Estatuto Avanzado firmado a finales del 2008, y la cumbre entre la Unión Europea y Marruecos realizada durante este fin de semana en la ciudad de Granada tenía por objeto bendecir y llenar de contenido aquel acuerdo para que el país magrebí pueda integrarse progresivamente en el mercado interior europeo y armonizar su legislación con los estándares de la Unión.

Esta relación no solo es importante para Marruecos. Lo es también para la Unión Europea, pese a que los países nórdicos son poco sensibles a la importancia que para Europa tienen cuestiones como los flujos migratorios que llegan desde el norte de Africa, los acuerdos pesqueros, que con demasiada frecuencia suelen derivar en conflictos, y los agrícolas.

La trascendencia de estas relaciones queda reflejada en el hecho de que la cumbre de Granada ha sido la primera reunión bilateral al más alto nivel mantenida por la UE con un país árabe y la segunda, después de Suráfrica, con un Estado africano.

La cumbre cumplió sus objetivos al otorgar una mayor ayuda financiera a Rabat para apoyar el proceso de reformas y anunciar conversaciones futuras para un acuerdo global de libre comercio.

Sin embargo, otros temas dominaron el encuentro granadino, y fueron los derechos humanos y el Sáhara, cuestiones que también estuvieron muy presentes en las calles de la ciudad. El Estatuto Avanzado pasa de puntillas sobre el primero e ignora de forma clara el segundo y la declaración conjunta al final de la cumbre está redactada de manera que no moleste al Gobierno alauí.

El presidente de la Unión Europea, Herman van Rompuy, decidió decir de palabra lo que no estaba en el documento y así pidió abiertamente avances en la cuestión de los derechos humanos, dentro y fuera del Sáhara, y manifestó el apoyo de los Veintisiete a los esfuerzos de la ONU para encontrar una solución a aquel territorio.

Si conviene a ambos, a Marruecos y a la UE, que aquel país camine hacia su integración en las estructuras económicas y políticas comunitarias, no vale cerrar los ojos a la falta de democracia y de respeto a los derechos humanos. Así lo entendió Van Rompuy.