La Universidad de Extremadura (Uex), como se puede concluir de la información que ayer publicaba este periódico, está llevando a cabo un sostenido cambio de su política de investigación. La idea que principalmente lo anima es la de, dicho sea figuradamente, sacar los laboratorios a la calle, poner la infraestructura de investigación de una institución que cuenta con 2.000 investigadores a disposición de los ciudadanos y particularmente de las empresas que precisen mejorar sus procesos para sacar al mercado productos innovadores.

El rumbo es tan acertado que apenas hace falta decir que es el que precisa cualquier región, pero más que ninguna Extremadura, una tierra por la que pasó de lejos la Revolución Industrial y cuyo destino histórico ha sido, sobre todo, la de producir brazos para que en otras partes de España y Europa se avanzara en el progreso, a cambio del despueblamiento propio y de la consiguiente pérdida de músculo y capacidad para crear condiciones que permitieran acabar con esa sangría.

Recuperar el tiempo perdido no es fácil: no existen atajos, pero las experiencias de otros países que han estado postrados en muchos momentos de su historia y que sin embargo ahora son pujantes (Islandia, Finlandia) indican que la herramienta para progresar más rápido que los demás y sumarse a las sociedades avanzadas viene de mano de la investigación. En este sentido, en Extremadura no existe, ni de lejos, ninguna otra institución como la Uex, con capacidad para poner a disposición del tejido productivo una infraestructura material y humana para desarrollar procesos innovadores que hagan competitivas a las empresas. Por eso, ninguna sociedad sensata debería dejar escapar la oportunidad que le ofrece su Universidad. Si la Uex, desde su Vicerrectorado de Investigación, no estuviera en el camino de la reforma de sus capacidades investigadoras, realizando una organización nueva, creando grupos, alentando líneas, dando a luz a nuevas infraestructuras de centros tecnológicos... si no estuviera haciendo todo esto, habría que exigírselo. Lo está haciendo. Por tanto, hay que reconocérselo.

Con todo, no es un cambio fácil, que surja de la noche a la mañana y que de un año para otro toda la potencia investigadora de la Uex esté volcada en las necesidades innovadoras de la empresas y todas las empresas estén inmersas en programas que precisan investigación y la demanden. Se necesita un cambio de mentalidad. En el seno de la Uex existen resistencias. Muchos investigadores no comulgan con la idea de que una institución universitaria esté poco menos que al servicio de las empresas porque entienden que la investigación, sobre todo la básica, debe rendir cuentas, antes que a ninguna otra consideración, al propio avance científico y del conocimiento. Los defensores de la investigación básica llevan razón, pero dejan de llevarla si lo hacen desde un enfoque excluyente, porque investigación básica y aplicada son compatibles y una se necesita de la otra. Lo contrario es autismo. De igual modo, la empresa extremeña también necesita mirar hacia la universidad y entender que la innovación es la garantía del futuro aunque innovar les exija cambiar métodos, reorganizar la empresa, abrir la puerta a ideas nuevas. Hasta el año pasado, el principal contratante de proyectos con la Uex era la Administración; desde el 2007, las empresas son mayoritarias. Este dato sirve para ilustrar que la investigación y la empresa van estrechando relaciones, pero que el fenómeno es tan reciente que aún es endeble. Nada es más necesario para Extremadura que esa relación se fortalezca.