Es fácil imaginar el escenario. Se nos marchó cuando aún no era universitario stricto sensu . Al menos no había mamado con la suficiente intensidad el quehacer docente y la meta académica. Pasó fugazmente de su activismo estudiantil a la escena política y mandataria; en una sociedad menesterosa y culturalmente yerma, salvo excepciones. El momento y su olfato político lo colocaron en el lugar apropiado. Ganó el forcejeo y se aposentó. Desde entonces, con la omnipotencia que sólo los visionarios ejercen, ha mantenido firme el timón de la nave que él y su comitiva conciben sobre lo que deba ser Extremadura. Porque, de lo que no cabe duda, es que después de casi veinticuatro años, la Extremadura de hoy es una realización inequívoca del sueño de Rodríguez Ibarra y de sus consejeros. Incluso a pesar de los vientos contrarios, ajenos y propios.

Cualquier institución extremeña, por minúscula e insustancial que sea, tiene esta marca. Incluyo aquí, por supuesto, la endeble y deslavazada oposición política, en consecuencia llena de complejos y también cada vez más radical y postinera. A la Uex le ocurrió algo parecido. De ser una entidad ausente en el espacio nacional, luchando por levantar cabeza, se transformó, después del traspaso de competencias, en una universidad provinciana auténtica, impregnada de sumisa autocomplacencia y, ex professo , frívolamente diluida en sus metas universitarias. Podría argüirse que son los tiempos modernos. Pero no lo crean. Sólo hay que mirar a nuestro entorno y a otras universidades para concluir que lo que más reluce es el marchamo impreso durante los últimos tres lustros.

Con lo que ello tiene de bueno, menos bueno y malo. Porque es bueno que aun reciba el nombre de universidad. Menos bueno que lo que deviene dentro vaya aproximándose a lo que es una academia profesionalizada de entretenimiento. Y malo, que los de fuera y los de dentro valoren poco el esfuerzo y la vocación de los de dentro. Y también, mucho peor, que pueda ser tildada de vasallaje prosaico y se vea manipulada desde extramuros a través de una dirección que se autocalifica aficionada; adanista sin rubor y displicente.

¿Y qué encontrará pues Rodríguez Ibarra cuando vuelva a la universidad? Pues bien, su también universidad, la que sus técnicos han diseñado y erigido: una universidad desactivada, cuyo horizonte futuro e impronta esencial no se distinguen, ni en la imaginación más florida de las ideas ideales.

XPRIMERO DIJERONx que la de Extremadura tenía que ser una universidad generalista , para vertebrar el equilibrio regional. La convirtieron ipso facto (tres años, más o menos) en la universidad más famosa de España: no había otra que ofertara tantas y tan variadas titulaciones. Pronto se demostró que muchas de ellas no tienen demanda. Ahora, después del importuno estrés provocado en la entonces todavía inmadura universidad, a los cuatro o cinco años de coronar la meta generalista , se pregona que la Uex debe ser especializada . Es decir, todo lo contrario ¿No suena un poco a chanza?

Y para colmo del despropósito esa cantinela de la Universidad americana en la que nos vamos a convertir. Según dijo a bombo y platillo el exconsejero de Educación, en breve, la Uex se transformaría en una universidad ideal "al nivel de los Estados Unidos". Amén. Aunque aún no sabemos si estaba pensando en la universidad de Harvard o en la de Nebraska-Lincoln. Y mejor no saberlo, pues no está claro si nos interesa. Se necesitaría que tuvieran las ideas claras, muchísimo dinero y, sobre todo, tiempo.

Seguro que, como aspiración más modesta, todos estaríamos muy satisfechos con una universidad parecida a la de Castilla la Mancha, con sus infraestructuras, medios y financiación. Tampoco haría falta igualarnos a la universidad catalana Pompeu Fabra.

Casi tres años cumple ya el gobierno Duque y la universidad americana de Extremadura resulta cada vez más un sueño. Lo que se vendió como El Dorado académico , que sólo podría conseguirse de la mano de un lozano conquistador, está resultando ser una quimera vana. La verdad, como anhelo ideal, más nos hubiera valido realizarnos simplemente como universidad de Extremadura . Modesta, algo deforme por falta de fondos y por las formas con la que la gestaron y diseñaron, pero sentida y entrañable, por la cantidad de corazón que unos y otros pusieron en su génesis y construcción. Quizás apodarla americana tenga más glamour y suene mejor que llamarla extremeña , pero seguro que ésta es una concepción más auténtica, libre de demagogias oportunistas.

El caso es que hoy, la maltrecha Uex a la que volverá Rodríguez Ibarra, sobrevive a duras penas como universidad, cumpliendo, eso sí, dignamente, con su papel de máquina expedidora de títulos. A veces, también ilusionada (ya menos) por las huecas manifestaciones y humorreas de los estrategas políticos. Es una suerte y esperanza que pronto el profesor Ibarra vuelva con nosotros, así sentirá el paño desde dentro y, nos atrevemos a creer, podrá sumarse a nuestro coro, demandando más coherencia y racionalidad en las decisiones. Sin pelos en la lengua, como él bien sabe hacerlo.

*Catedrático de la Uex