WLw os 5.000 soldados británicos acantonados en el Ulster viven los primeros días en 38 años sin tener a su cargo el mantenimiento de la paz. La estabilidad del Gobierno presidido por el reverendo Ian Paisley, que comparten protestantes y católicos, ha permitido dar carta de naturaleza a la exclusiva responsabilidad de la policía de la provincia de mantener tranquilas las calles del Ulster, una misión que en la práctica cumple desde hace dos años. Al mismo tiempo, la desmilitarización del conflicto ha supuesto un paso más en la dirección adecuada para reducir los recelos que aún dominan las relaciones entre unionistas y republicanos, y que seguramente se prolongarán durante mucho tiempo.

Si se ha llegado a esta situación de relajación de las tensiones ha sido, en gran medida, porque el sentido político y el pacto de Estado han prevalecido sobre el sectarismo de las partes enfrentadas y sobre la justificación histórica de quienes en 1969 decidieron sacar a los soldados de los cuarteles para sofocar la crisis. Una decisión que, poco después, llevó aparejada la ley de internamiento sin instrucción de causa que hizo del Ulster un infierno en el que perdieron la vida 763 soldados y más de 300 policías. Todo lo cual complicó enormemente la búsqueda de la paz.

Los analistas que en España se empeñan en encontrar la inspiración en Irlanda para serenar los ánimos en el País Vasco deberían tenerlo presente, porque la decisión conjunta de Londres y Dublín de honrar a las víctimas y mirar al futuro fue, al fin, el gran hallazgo para acabar con la tragedia. Y la decisión de los profetas del terrorismo de abandonar las armas, la mutación moral imprescindible para llegar a hoy.