TFtrancisco Umbral fue un referente para mi generación. Ansiábamos, desde nuestra tierna empanada juvenil, el final de la dictadura y encontrábamos en los periódicos de la época --decididamente ñoños, salvo contadas excepciones-- escasos respiros. Uno de ellos era Umbral. El desparpajo de sus artículos en diarios tan severos en el tardofranquismo como Heraldo de Aragón no dejaba de ser chocante. En sus columnas latía un pensamiento rebelde, que molaba, y un lenguaje zumbón y suavemente subversivo, que lo hacía uno de los nuestros. Después vino la transición, y las columnas de Umbral en El País y en Interviú se convirtieron en una cita obligada para quienes metíamos en el mismo saco los oficios de escribir y de informar. Hubo un tiempo en el que a Umbral se le leía todos los días. Fue el momento en el que llamaba tronco al alcalde de Madrid y elogiaba al Abc , porque su formato, más pequeño que el actual, hacía de perfecta almohadilla para que no vibrara su vieja Olivetti. Después, Umbral escribió, aunque poco, para el Abc . Fue un articulista prolífico --mil artículos al año, que se dice pronto-- y no tuvo muchas manías con las cabeceras. Creó, además, un personaje nuevo en España: el del periodista culto, polifacético y siempre presto a la frase brillante. Una mezcla de intelectual y de chafardero. Era el tertuliano antes de la fiebre de las tertulias. El que iba a la tele a hablar de su libro y podía desbarrar sobre Verlaine en una densa noche de Radio Nacional de España o, sin saber nada de fútbol, escribir una columna sobre Arkonada , aquel portero donostiarra que se daba tripadas en el añorado barrizal de Atotxa. Umbral quiso crear su personaje literario como un Byron de meseta, pero a la vez le salió una mezcla, muy cheli, de periodista del famoseo. Hoy, cuando se ha ido, queda como su obra maestra el enaltecimiento de la columna como género periodístico. Ese rincón en el que muy pocos han logrado conectar con el público. Umbral metió la crítica literaria en las columnas, hizo lirismo de la Falange y, a base de negritas, trazó un fresco de una España de esperpento.

*Periodista