La atenuación de las condiciones carcelarias del terrorista Ignacio de Juana Chaos ha generado un sentimiento de rechazo entre amplios sectores de la ciudadanía; rechazo que, a la postre, se traducirá en un desgaste político del Gobierno. Hay mucha gente --fuera y dentro del PSOE-- que se pregunta por qué lo han hecho y con qué espera compensar Zapatero el repudio que provoca semejante medida.

Sólo el presidente de Gobierno tiene la respuesta; sólo él sabe cuál es la contrapartida que aguarda de la dirección de la ETA. ¿Un comunicado de la banda terrorista renovando el sarcasmo de un alto el fuego permanente que admite excepciones como la del atentado de Barajas? ¿Una declaración de Batasuna desmarcándose de la violencia? ¿Un milagro? Ya digo que sólo él sabe qué es lo que espera a cambio y por qué ha puesto en riesgo una parte del respaldo electoral con el que cuenta el PSOE. El caso de Juana no deja indiferente a nadie. Es verdad que el PP está aprovechando el asunto para sacar tajada y en ese sentido apunta la manifestación convocada por Rajoy para el próximo sábado, pero, al margen de oportunismos, tengo para mí que esta vez Zapatero no ha sabido calcular el impacto de la decisión que tomaba. Esta vez, ha pulsado una cuerda que ha herido la sensibilidad de muchas personas. De Juana es un asesino en serie que no ha dado la menor muestra de contrición por el mucho dolor que ha causado. Su huelga de hambre fue un pulso y la gente percibe que lo ha ganado; es mucha la gente que no entiende lo que ha hecho Zapatero.

Falta un año para las elecciones, puede que los ciudadanos lo olviden o puede que no. Si el PSOE pierde las elecciones, el grueso de los que ahora defienden la decisión de Zapatero se apresurarán a darle la espalda. Los primeros serán los que con tanto entusiasmo han jaleado la excarcelación del terrorista apelando a razones de "inteligencia política".

*Periodista