Un año y medio después de su creación, la Unión por el Mediterráneo (UPM) se pone en marcha con la inauguración de su secretaría general en España. La sede permanente de este organismo, que agrupa a 43 países ribereños del Mediterráneo y de la UE, estará en Barcelona. La UPM tiene como objetivo poner en marcha proyectos concretos, "útiles para sus ciudadanos", según consta en el acta de nacimiento, como programas medioambientales, de comunicaciones, intercambios universitarios y ayudas a pequeñas y medianas empresas que permitan crear un espacio de paz y prosperidad. A simple vista, el plan no parece muy ambicioso. Sin embargo, su enfoque pragmático debería asegurarle la efectividad en una zona donde abundan las dificultades de entendimiento entre países. La estabilidad y la prosperidad del Mediterráneo interesan a todos, a los de una y otra orilla, especialmente cuando factores como la inmigración, los distintos valores religiosos, los conflictos entre países o la lacra del terrorismo hacen que las dos orillas se alejen. Será una gran ocasión perdida si la Unión Europea no responde a lo que se espera de ella, que no es solo el papel de repartir dinero. También lo será si los países del sur, donde no abundan las democracias, se limitan a tomar este dinero y seguir corriendo hacia la perpetuación en el poder de sus dirigentes.