Como cada año por estas fechas, millares de estudiantes viven pendientes de poder entrar en la universidad deseada y cursar ahí la carrera que han escogido. La cifra global de lo que podríamos llamar esperanzas satisfechas se mantiene en una proporción similar a la de los últimos cursos: alrededor de siete de cada diez estudiantes consiguen plaza en los estudios que habían solicitado en primera opción. En este aspecto y considerado globalmente, la Universidad española --también la extremeña-- acoge y encauza los deseos de los estudiantes satisfactoriamente.

El problema surge cuando el acceso a la universidad --a los estudios deseados-- se convierten, finalmente, en una cuestión de oferta y demanda. No son, pues, las universidades las responsables de decidir el nivel de acceso, como pudiera parecer, y la nota no depende en exclusiva de la mayor o menor garantía o calidad docente, sino del número de plazas que se ofrecen y de la cantidad de estudiantes que deciden optar por determinada titulación.

En este sentido, si una universidad ofreciera una sola plaza, la nota de corte sería de diez puntos: la nota del único alumno que habría podido entrar, que sería, además, el mejor de todos. En esta reducción al absurdo, si la misma universidad tuviera miles de plazas, la nota sería un cinco, porque entrarían todos. El sistema de acceso se mueve en estos parámetros. Tiene que haber un límite fijado por la Administración que sea económicamente rentable y académicamente solvente.

Ante esta circunstancia, casos como el de Medicina son paradigmáticos. Una titulación que precisa de una estructura potente, no puede ser, por definición, masiva. Pero, al mismo tiempo, en España hacen falta médicos. La Administración tiene que resolver, con equidad y larga vista, este dilema, que cada vez que aparecen los resultados de las preinscripciones se muestra con toda su crudeza: en Extremadura más de 1.500 estudiantes han solicitado en primera opción estudiar Medicina. Hay solo 135 plazas, lo que significa que diez de cada once aspirantes que querían ser médicos por encima de cualquier otra salida profesional se quedan con las ganas. Es evidente, que nuevas plazas de Medicina no se improvisan; que sería un error que fuera el factor demanda estudiantil el que guiara a los responsables de decidir la oferta académica, pero no ampliar esas plazas, y hacerlo con un reparto equitativo entre todas las facultades de nuestro país, sería un error incomprensible para los ciudadanos, que ven como cada día el sistema sanitario importa más médicos del extranjero.

Además de Medicina, las tendencias nos hablan de un gran interés por las carreras del área sanitaria (Veterinaria, Enfermería, Fisioterapia, Podología), por los estudios del mundo de la empresa y la economía. Por contra, y más allá de las minoritarias Humanidades, se palpa una cierta desafección por carreras de tanto perfil estratégico como las ingenierías. La oferta sirve también para modular una demanda que debe ser corregida con criterios de interés general. Los poderes públicos tienen que conformar una oferta de títulos que, en su conjunto, responda a todas las necesidades de progreso de un país.