La mayoría de los empresarios extremeños no son universitarios. Esta característica común de pequeños y medianos la comparten con el más grande, a la cabeza del Grupo AG, ejemplo de hombre hecho a sí mismo . De manera antisimétrica, no florecen las vocaciones empresariales entre los universitarios extremeños. Los cometidos de la Uex, de las universidades autonómicas por extensión, prácticamente se agotan en la prestación de unos servicios, más o menos provechosos para los matriculados, que se cumplen con la expedición de un título, en el mejor de los casos. Los universitarios tienen derecho a estos servicios pagando una parte pequeña de los costes, incluso los que no se benefician de becas u otras ayudas personales. No tienen mayores obligaciones. Lo que ocurre en la universidad no parece que estimule el sentido del riesgo asociado a emprender cosas nuevas, la disciplina y la responsabilidad de ir por libre o la búsqueda ingeniosa de oportunidades. En resumen, no parece que salgan de la universidad más empresarios en potencia de los que entran.

Admitamos que a la universidad tampoco se le exige que cultive futuros empresarios. Otro asunto es la supuesta responsabilidad, como Administración de cuantiosos recursos públicos, en la generación de conocimientos orientada hacia las empresas, lo que se conoce como I+D, y en su difusión, para mejorar la productividad, elevar el potencial de crecimiento y contribuir al bienestar de las personas, a través de proyectos innovadores. Sin embargo, la innovación no se produce hasta que no se aplican estos conocimientos. La propensión a generar proyectos innovadores crece con la extensión y profundidad de la cooperación entre universidad y empresa, y sus instituciones conjuntas.

Los resultados de la innovación empresarial se miden por la cantidad y calidad de nuevos productos y servicios que lleguen al mercado y se vendan bien. Son, pues, los directivos de las empresas quienes emplean las nuevas tecnologías y deciden las nuevas formas de hacer y de vender. Cuando los empresarios tienen poca formación llevan sus negocios con una mezcla de intuición, sentido común y propensión al riesgo, en proporciones variables, sin menospreciar el don de la oportunidad y otras casualidades. Generalmente, toman sus decisiones al margen de los canales por los que se transfiere el conocimiento universitario y la información especializada. Pero muchas de las prácticas que han funcionado en el pasado están agotadas en los sectores más expuestos a la competencia y a la globalización de la economía, donde el acceso a los nuevos conocimientos es una necesidad para sobrevivir como empresa rentable.

XA LOSx empresarios poco formados hay que ponérselo fácil, activando incentivos para que identifiquen con claridad estos beneficios potenciales. Los incentivos para encontrar nuevas soluciones funcionarán probablemente mejor en términos de ahorro de tiempo y de costes, incluidos los costes y tiempos burocráticos, que con subvenciones directas. Las ayudas no se pueden quedar en las actividades de los profesionales de captar ayudas. O solucionan problemas a empresas concretas, impulsando proyectos concretos, o son inútiles, cuando no contraproducentes. Incluso cuando la capacidad empresarial es mayor, el aumento de las subvenciones a la I+D y la innovación desligado de los cálculos entre opciones alternativas que hacen las empresas tiene poco valor añadido.

También hay que revisar el sistema de incentivos de la universidad e introducir factores concurrenciales y competitivos. El rendimiento de las actividades universitarias no crece simplemente con un gasto público mayor. La universidad no es barata y muchas de sus prestaciones, si no todas, se pueden someter al análisis económico, con criterios de coste-beneficio o sobre la utilidad marginal de añadir un euro a los presupuestos de los distintos departamentos. Las opciones salen de la propia organización y funcionamiento, en relación con objetivos definidos a priori y cuyo cumplimiento justifique los ingresos recibidos, así como las redistribuciones alternativas en las sucesivas asignaciones de recursos. Una parte significativa de la financiación pública de la Uex debería vincularse a la obtención de resultados medibles en la transferencia de conocimientos aprovechados y aprovechables por las empresas. A su vez, una transferencia creciente de conocimientos a las empresas también debería vincularse con la financiación privada de iniciativas y proyectos universitarios.

*Economista