Todo se ha dicho ya sobre los resultados de las elecciones en Cataluña, y aunque no se hubiera dicho todo, lo que pudiera decir uno carecería, al lado de los agudos análisis de los especialistas, de mayor interés, pero hay un detalle, menor si se quiere, sobre el que tal vez no se haya comentado suficientemente: el canto del cisne de Rosa Díez y de su partido instrumental, UPyD. Que los del Tripartito se dieran el castañazo, se comprende, tanto por el desgaste propio de la labor de gobierno como por la pobre gestión que han hecho del mismo, pero que la prometedora organización de la exsocialista haya recogido menos sufragios que el Partido Pirata o que Carmen de Mairena en una plaza tan decisiva... también se comprende.

Una cosa tan fría, tan desideologizada y artificial como la de la despechada Rosa Díez no podía seguir recogiendo votos descontentos de aquí y de allá, pues los tiempos vienen, como vemos, de cierre de filas y de votos útiles, por mucho que éstos sean, ciertamente, los votos de menor utilidad para la democracia. Los votos que tomó prestados Rosa al Partido Popular (que también le prestó sus foros televisivos y periodísticos para que saliera adelante e hiciera pupa al PSOE), se los ha tenido que devolver.

El sonsonete de UPyD, el de la "regeneración democrática", ya no parece creérselo nadie, si es que alguien lo creyó alguna vez. Regenerar, ¿qué? Hacer, crear, construir la democracia, es otra cosa. Con la misma cantinela, la de la "regeneración", llegó Aznar en el 96 del pasado siglo al poder, y ya se vio lo escasito de democracia que iba la criatura. Unión, vale; Progreso para dicha Unión, pase, pero Democracia, ¿qué entiende por democracia quien combatió durante años a su propio partido desde dentro, abrazando las tesis del adversario, por no haber visto colmadas sus aspiraciones de medrar en él? Del Partido Pirata nada sé, pero sí que su filibusterismo nominal no ha desagradado tanto a los catalanes como el de ese partido para la "regeneración" de Rosa Díez.