WUw n estudio realizado por el Banco de España que señala los inconvenientes de la dualidad del mercado de trabajo en nuestro país, de empleados fijos (con una indemnización de 45 días) y temporales (con solo ocho días), vuelve a generar polémica. Los sindicatos --que quieren defender a Garzón-- le dicen al Banco de España que no se meta donde no le toca.

Y el Gobierno, por su parte y como viene haciendo desde que estallara la crisis, reitera que no recortará derechos sociales. Bien, pero, con un paro del 19%, nueve puntos más que la media europea, algo falla. Y hay que discutirlo. Sin dogmatismos.

Hoy por hoy, la creación de empleo no depende de la reforma laboral. Los empresarios volverán a contratar --primero con temporales-- cuando tengan más pedidos, no cuando cueste menos despedir. Tienen razón el Gobierno y los sindicatos al decir que la clave es el tirón de la demanda. Es más, reducir hoy el coste del despido de los trabajadores fijos actuales solo provocaría, a corto plazo, más paro.

Pero que la reforma del mercado de trabajo no sea el milagro inmediato no implica que no sea urgente y necesaria. Y el exasperante ritmo lento del diálogo social para lograr la reforma pactada debe ser corregido. Primero, para flexibilizar la negociación colectiva.

La supervivencia de muchas empresas depende de la adaptación de sus convenios, del posible descuelgue de la negociación general. Las cúpulas sindicales lo admiten, pero no se avanza, quizá porque la CEOE no está en condiciones de plantear sus exigencias.

El otro punto de la reforma --el coste del despido-- es delicado. La recuperación del empleo vendrá, a corto plazo, del contrato temporal, pero la precariedad no es el futuro. El cambio de modelo productivo --necesario para que la salida de la crisis sea sólida-- exige trabajadores fijos (en formación continuada) y con un coste de rescisión del contrato similar al de los países europeos.

Ello implica ir hacia la reducción de la contratación temporal, hoy el 25% de la fuerza laboral (por los despidos de la crisis), pero que llegó a ser del 33%.

Y la reflexión más social es que a los cuatro millones de parados y a los otros cuatro con trabajo precario les ayuda poco que, cuando vuelvan a tener un empleo fijo, el coste de su despido sea de 45 días por año.

Las prioridades de la reforma son dos. Por un lado, y fundamental, mejorar los derechos de la media de los trabajadores. Dos, ayudar a que las empresas, las que crean empleos, sean competitivas. El resto es negarse a ver la realidad.