Diputado del PSOE al Congreso por Badajoz

El eje franco-alemán nacido de la guerra de Irak tiende a consolidarse como una nueva entente sobre la que se nuclearía la Unión Europea. No nace de un proyecto ideológico, sino de un pacto entre naciones, con gobiernos de una significación ideológica muy distinta, fruto de una convergencia de intereses, principalmente económicos. La legitimidad de las causas defendidas hasta ahora, básicamente la prevalencia de la ONU, para la resolución de los conflictos mundiales y la necesidad de una UE con capacidad propia para defenderse, despierta simpatía e incluso entusiasmo pero ello no debe de ser óbice par manifestar algunas preocupaciones.

La primera es el mecanismo elegido de cooperación reforzada, como estrategia de ampliación del núcleo fundador, no creo francamente que se favorezca la UE haciendo coincidir círculos distintos de cooperación reforzada sin que se acabe resintiendo el proyecto de supranacionalidad que se pretende. La Europa del euro, la Europa de Schengen, la Europa de la ampliación son ya demasiadas europas dentro de la UE par añadir una nueva en base a una defensa reforzada.

Tampoco me parece el mejor de los caminos, aun admitiendo la buena intención, el mecanismo de adhesión posterior a un pacto tácito o expreso, suscrito por varios países de la UE, grandes o pequeños, porque entre otras cosas es volver a la malhadada política de las hegemonías nacionales. La UE ha creado ya sus propios mecanismos de perfeccionamiento y consolidación de sus políticas y entre ellos los de defensa, Maastricht entre otros en este caso, y esos mecanismos son los que debieran seguirse aun a sabiendas de que son más largos y difíciles. No se trata de cuestionar la idea, creo que compartida por todos tal vez excepción hecha del Reino Unido, sino de viabilizar el proyecto en el marco de la legalidad existente en la UE, a la vez que se dan las seguridades necesarias para evitar recelos de difícil superación en otro caso. Porque mientras un general polaco no pueda ser el gobernador militar de Berlín, ni un alemán el de Varsovia o un almirante español el comandante en jefe de la Flota Europea del Atlántico, por ilustrar con ejemplos, este proyecto tiene una difícil viabilidad.

Seguramente nuestra primera prioridad es culminar con éxito la fase constituyente que ahora iniciamos de supranacionalidad europea, que entre sus elementos básicos está la consolidación de una política exterior propia y un ejército de la UE único, lo que conlleva renunciar a las políticas exteriores de cada país miembro y a la renuncia de los ejércitos nacionales. Y esto requiere, sin duda, mucho tiempo y muchos esfuerzos. Pero es el camino. Mientras tanto, como las necesidades apremian, utilícese el tejido ya creado, y sea el Parlamento Europeo el que impulse las ideas sobre la defensa de la UE nacidas en Berlín y París transformándolas en un proyecto de todos y para todos.

No es la OTAN el mejor de los ejemplos a tomar, aun después de los esfuerzos de transformarla en un ejército pacificador de los Balcanes. Porque la poderosa sombra norteamericana sigue pesando como una losa, y el paso hacia la independencia de las servidumbres norteamericanas tiene que hacerse con tacto y celo exquisito si queremos que culmine con éxito. Y llegando a este punto, en la OTAN debería estar la UE como tal y no los países miembros como hasta ahora. Una OTAN que debe estar al servicio de la causa de la paz, y por lo tanto con la mirada puesta continuamente en la ONU.