Mis vacaciones han llegado a su fin. He descansado, dormido al menos ocho horas diarias, comido tres veces al día, paseado y ganduleado a placer en la playa, incluso he tenido tiempo de al cine y leer un par de libros. ¡Menudo lujazo! para lo que suele ser mi vida diaria detrás de los políticos de turno... He podido, afortunadamente, desconectar hasta cierto punto de la actualidad diaria e incluso durante los quince días que he estado fuera de servicio llegue a pensar ingenuamente que el regreso seria a cámara lenta como quien tiene que desperezarse poco a poco después de una cura de sueño, pero no ¡Qué va! Las noticias tienen vida propia y quienes tenemos la obligación de contarlas y analizarlas somos, solo eso, meros contadores de historias en cuyo desarrollo y desenlace apenas influimos.

Regreso como me fui, como si el tiempo se hubiera detenido y con los mismos temas sobre la agenda política y las preocupaciones de nuestro país: el mal llamado proceso de paz, la inmigración, el estatuto catalán, los sucesos cada día mas escabrosos y así una ristra de asuntos -con Israel e Irán incluidos- que conforman desde la primera a la última pagina de los periódicos. Podría pensar que al fin y al cabo las dos semanas de ausencia no son nada, pero una siempre tiene la ilusión de que los políticos en quienes depositamos nuestra confianza, encuentren una solución definitiva a los problemas y claro, eso casi nunca pasa. Quizás el tema que más nos ocupa y preocupa en estos momentos sea la inmigración y lo peor de todo es que el Gobierno parece desbordado por el asunto y recurre a métodos oscuros, para maquillar su ineficacia. A estas alturas da un poco igual si fue o no un error ese proceso de regularización masiva que dibujó a España como el paraíso para todos esos desheredados del mundo que no tienen nada que perder. Da igual si ese proceso provocó o no un efecto llamada, la realidad es que cada día llegan mayor numero de inmigrantes incontrolados por tierra, mar y aire y es necesario asumir de una vez por todas que "aquí no caben todos", como en su día dijo acertadamente Artur Mas y hay que decirlo sin temor a ser tachado de xenófobo.

XAHORA ELx Gobierno ha optado por quitarse al inmigrante del medio, haciéndole invisible, subiéndole en una avión desde Canarias con destino a las grandes ciudades españolas --prioritariamente a las gobernadas por el PP para así matar dos pájaros de un tiro y desgastar políticamente a sus adversarios-- y una vez allí dejarle abandonado a su suerte, es decir convertirle en carne de marginación, de explotación laboral o de delincuencia. Estos vuelos calificados acertadamente como "vuelos de la vergüenza" han sido denunciados por el mismísimo Maragall, en el preciso momento que el destino elegido ha sido Barcelona y es justamente ahora cuando han saltado las alarmas porque ha sido el callo catalán el que se ha pisado aunque antes se hubieran pisado muchos otros. Este método oscuro de solapar el problema no solo es vergonzoso desde el punto de vista humanitario, sino que políticamente no tiene un pase.

La inmigración es un problema de difícil y compleja solución que debería abordarse de forma consensuada por los dos grandes partidos, suscribiendo un gran pacto de estado para evitar la confrontación partidista, pero claro el Gobierno sigue atado de pies y manos por esos compromisos con los nacionalistas, esos pactos de Tinell en distintas versiones que le están ahogando y a estas alturas de la película es muy difícil pensar que va a dar marcha atrás cuando en el horizonte ya suenan intensamente los tambores de guerra electoral. ¡Error, gran error!

*Periodista