WCw on una visita en Mallorca a la familia real española, la esposa del presidente de EEUU dio ayer por terminadas sus cortas vacaciones en España. Por más vueltas que se le dé a la cuestión, muchos no acaban de entender los motivos reales --si es que hay otros que no sean los más simples de pasar unos días de ocio-- de la estancia de Michelle Obama y su hija menor, Sasha, en Andalucía, acompañadas de 40 invitados y de unos 70 miembros del servicio secreto. Naturalmente que la mujer del hombre más poderoso de la Tierra puede viajar allá donde le plazca, y, si elige España, por los motivos que sean, no deja de ser una deferencia que tiene el aspecto positivo de colocar al país en el mapa. De hecho, España, y más concretamente Andalucía, han ocupado primeras páginas de la prensa mundial, lo que nunca viene mal, y más en estos tiempos de crisis turística. El lado negativo ha sido la reaparición del catetismo, con carreras de autoridades más o menos locales en pos de la foto y del agasajo a veces ridículo, así como esa prepotencia y exceso de celo que los servicios de seguridad de EEUU exhiben allá donde van. El viaje, que ha sido todo menos unos días de descanso, ha provocado criticas en los medios más conservadores de EEUU, que han llegado a comparar con exceso a Michelle Obama con María Antonieta. La Casa Blanca ha precisado que Michelle se paga sus gastos y que el viaje no supondrá ningún extra para el contribuyente, más allá de los costes del avión y de los escoltas. Pero esos son gastos fijos que se hubieran producido igual si el destino hubiera sido otro.