La sorprendente confesión de Bernie Ecclestone, que ayer, cuando ya era tarde, intentó matizar, ha entrado como caballo siciliano en la campaña electoral en Valencia y en toda España. El jefe del circo mediático de la fórmula 1 destacó en el pasado por arrinconar cualquier interferencia hasta convertirse, él solo, con su organización, en el amo y señor de esta competición de élite. Desde entonces, el prestigio deportivo ha ido en aumento, con una amplia cobertura periodística, con la generación de múltiples beneficios y la evidente repercusión económica en el entorno del circuito.

Para analizar el porqué de la idea de asociar un trazado urbano novedoso con el triunfo del Partido Popular en las próximas elecciones es bueno fijarse en los detalles muy concretos. Bernie Ecclestone, en la rueda de prensa ofrecida el jueves, interpretó a la perfección su papel de gato viejo, de amplio conocedor de los mecanismos de seducción publicitaria.

Casi en un arrebato que pudo parecer improvisado, admitió que ni el presidente valenciano, Francisco Camps, ni la alcaldesa de su capital, Rita Barberá, sabían el secreto: que no firmará ningún contrato hasta que ellos dos triunfen de nuevo en las elecciones. Que todo está a punto y que depende únicamente del trámite electoral. Planteó, y estaba en su derecho, la confianza en las personas --en Camps y Barberá, por supuesto-- como motor de su negocio.

Lo que pasa es que la democracia es un sistema deconfianza en las instituciones legalmente establecidas. No un salvoconducto para los individuos ni una pista en la que se practican chantajes como trompos y amenazas como derrapajes.

Queda clara la postura ultrajante de los populares para con los ciudadanos al aceptar el chantaje, como si el hipotético Gran Premio del Mediterráneo a celebrar en la capital valenciana fuera un enorme plato de lentejas sobre ruedas que los ciudadanos de esa comunidad autónoma podrán comerse únicamente si votan a los populares y no si la ganadora es otra opción política.

Quizá tendría que investigarse también el papel de Alejandro Agag, el yerno de Aznar, amigo de Bernie Ecclestone; de Bancaja, sometida a los dictados del Gobierno valenciano; del conglomerado empresarial que orbita alrededor del PP, y de otros gerifaltes del circo de la fórmula 1, en una operación que, como mínimo, atenta contra los principios más esenciales de la disputa electoral por más matizaciones que haga Ecclestone.

El pueblo valenciano está llamado a reaccionar con dignidad en las urnas en las próximas elecciones municipales y autonómicas del 27 de marzo ante una injerencia del todo inaceptable. Por menos (recomendar el voto), en México le armaron una bronca a Aznar.