Ahora que celebramos el centenario del nacimiento de Jesús Delgado Valhondo (19-2-1909) es un buen momento para pensar que fue un poeta más mencionado que conocido hasta la edición de su Poesía completa (Mérida, ERE, 2003) por la sencilla razón de que no era posible conocer plenamente su obra poética, al estar agotados la mayoría de sus poemarios desde hacía años. Amparados en esta circunstancia, circularon sobre Valhondo unos tópicos que lo han perjudicado (aunque sus difusores creyeran beneficiarlo), pues propagaron una perspectiva errónea de su lírica y lo encasillaron en una tendencia concreta cuando dos de sus virtudes poéticas son la evolución de su discurso y la universalidad de su contenido.

Se ha asegurado, por ejemplo, que Valhondo era un poeta regionalista como si hubiera dedicado su obra poética a la difusión de la Extremadura de la encina, el atraso y la resignación. Pero esta afirmación no es cierta en ningún sentido. Valhondo nunca fue un poeta regional cuando construía su obra lírica, pues la hizo girar a conciencia en torno a temas universales (la soledad humana, la búsqueda y el silencio de Dios, el paso del tiempo) que afectan por igual a todos los seres humanos: "Seguimos eternamente subiendo/ juntos la montaña,/ humana masa de pan que a Dios mantiene./ La cima está tan cerca/ como esa soledad que mana de nosotros,/ cuando pasamos la gente,/ los que vamos andando tierras,/ silencios, noches, días, tiempo,/ sin regreso posible" (Un árbol solo ). Tampoco Valhondo fue un poeta tradicional cuando, al margen de su obra poética, trató el tema de la tierra como se puede advertir en su Canto a Extremadura : "Y ese olor de la tarde cuando se cierra fría / y ese olor del silencio más eterno y profundo/ rodando del verano al otoño en un día/ para llevar pequeños paisajes por el mundo ("Cuadros").

XOTRO TOPICOx adscribió a Valhondo exclusivamente a la poesía existencial, como si su poética sólo hubiera atendido a los temas y a las formas empleadas por esta tendencia de la poesía española de posguerra. Es cierto que Jesús Delgado Valhondo comenzó siendo un poeta arraigado: "Cuando quieras, Dios mío, cuando quieras/ que tengo en Ti mi corazón latiendo/ la puerta abierta a tu palabra siempre,/ la luz temblando pavorosa dentro" (La esquina y el viento ). Pero posteriormente se manifestó como un poeta preocupado por su entorno: "Pasan hombres. Los turbios/ hombres que solos hablan,/ quejidos entre dientes,/ dolor en las entrañas./ Llevan sello en la frente/ de dichas o desgracias,/ tienen inconfundibles/ señales en las caras./ (...) /Triste ciudad de hombres,/ de estos hombres que pasan,/ como los ríos vidas/ llenos de sucias aguas" (Aurora. Amor. Domingo ). Más tarde Valhondo se mostró como un poeta solidario --no social--: "Hombre que estás delante de nosotros/ rumiando pensamientos y conflictos/ de salario, del hijo enfermo, de la/ hija que regresa, cansada y rara,/ tan tarde que la cena se le enfría,/ de la mujer haciendo los oficios/ con otros menesteres que no cuentan/ las crónicas escritas en el barro" (El secreto de los árbole ). Después evolucionó hacia posiciones cercanas a la poesía del conocimiento: "El cuerpo queda atrás/ olvidado,/ casa deshabitada/ del alma de la huida./ Y queda entre la yerba/ su desnudo hospital" (La vara de avellano ). Y, finalmente, se reveló como un poeta contemporáneo que supo asimilar los fundamentos de las tendencias líricas de finales del siglo XX: "Libre yo, vagabundo,/ jardín de mi memoria/ que silencio envolvía./ Crepúsculo. Me hundo./ No tengo escapatoria./ Sobre el alba llovía" (Huir ).

Es decir, su poesía no sólo contiene preocupaciones personales sino también una honda intranquilidad por los tristes derroteros que seguía el mundo a causa del materialismo, la falta de espiritualidad, la codicia por el dinero, la insolidaridad y la violencia endémica: "La historia de la Humanidad,/ abierta llaga de paisajes:/ (...) / ¿Qué dirán si nos miran/ las hormigas, las zorras, los caimanes,/ el fuego, el viento, el mar/ o aquello que aplastaste?/ (...) /Quejas y gritos por el suelo,/ bajos fondos, altos desastres./ Todo tan a mano que dudas/ dónde está el mundo que pensaste./ Preguntamos: ¿dónde está el hombre/ entero, vero y responsable?/ Ninguno quiere saber nada/ y no contesta nadie" (La vara de avellano ). Además Valhondo, a la vez que trataba esta temática diversa, procuró envolverla en la forma más adecuada a cada momento literario y siempre ejercitó una profunda reflexión sobre el hecho poético y la misma poesía.

Por tanto, Jesús Delgado Valhondo no fue un poeta apegado al terruño porque imprimió a su obra un sentido universal. Ni fue un poeta egocéntrico pues, durante sesenta años, recogió en su obra poética sus intranquilidades vitales desde las distintas perspectivas adoptadas por la lírica española en el siglo XX. Como consecuencia, esta variedad anula todo posible encasillamiento pues, como se ha podido comprobar, constituye uno de los pilares de su obra poética, un todo compuesto de momentos, enfoques y estilos distintos que, sin embargo, conforman en conjunto una obra unitaria, coherente y evolucionada con personalidad propia dentro de la historia de la poesía española.