Las humanidades y las ciencias sociales no están de moda. Los alumnos captan pronto el mensaje de que la senda del éxito y de lo admirable es la que lleva a la panacea de las ciencias y la tecnología. La idea cuaja y así se aparta la filosofía de las aulas, deja de fomentarse el hábito de la lectura y se desvanece la capacidad crítica arrollada por la demagogia. Craso error cometemos desprestigiando las humanidades porque con ello nos estamos negando a nosotros mismos, a nuestro pensamiento, a nuestros sentimientos y a la palabra. La inercia del siglo XXI nos empuja hacia la técnica y la innovación, hacia un futuro individualista carente de valores donde el progreso se escribe en cifras. Las humanidades son todo eso que nos diferencia de los animales, pero también de los robots autómatas en que no podemos convertirnos.