TEtsta semana, en unas declaraciones, el presidente del Tribunal Supremo, aseveraba la realidad de un sistema que es incapaz de ajusticiar a los poderosos, frente a la eficacia irresistible de ajusticiar a los menos poderosos. Esto es, que el sistema era duro con aquellos delincuentes de delitos menores, frente a aquellos otros, que delinquen cometiendo robos de gran nivel, y sirviéndose de una administración de justicia que se muestra incapaz de con los medio actuales poderles hacerles pagar, si son culpables, de acuerdo a la conducta que han cometido. A pesar, y la alarma social está servida en nuestra sociedad de esas ingentes cantidades de dinero que parecen haber sido sustraídas.

XDESDE LUEGOx tiene que ver mucho con marcos normativos antiguos, ajenos a los cambios sufridos por esta sociedad. Y al hecho de contar con estructuras, las de la administración de justicia, que son incapaces de advertir esas ingenierías financieras de carácter delincuencial. No cabe duda que para cualquier ciudadano de a pie, es más reprobable la conducta de aquel que roba, ante la inmensidad de falta de control público, dinero de las arcas públicas o de instituciones financiadas por dinero público, que aquel que un día, decide robar una gallina, siguiendo el ejemplo, puesto por el presidente del Tribunal Supremo. Y esto no puede ser así, entre otras razones, porque el valor de lo justo falla, frente a la ineficacia, en estos casos, de la justicia.

En un sistema democrático como el actual el valor de lo ejemplarizante tiene que cobrar fuerza, frente a la sistemática en la que está inmersa la sociedad española en relación a casos de corrupción de gentes en el poder, y que han sustentado el poder. Produce un de ejercicio de absoluta vergüenza cuando se observa, casi impasible, a titulares de prensa que aquellas personas que han tenido importantes responsabilidades, se han servido de las mismas, para, sencillamente, robar. Y ante ello, toda una pléyade de mecanismos, en el marco de la administración de justicia, que juegan a favor, ante la incapacidad de medios capaces de averiguar la forma en la que han llevado a cabo ese enriquecimiento injusto. Y, causa dolor, además a tantas y tantas personas que día a día, de forma honesta, se esfuerzan en cumplir con sus impuestos para que unos cuantos se lo lleven, sin que sobre ellos caiga el valor de la justicia. A diferencia de otros países, en el que este tipo de delincuentes, además de devolver el dinero, sufren el mayor de los reproches sociales.

XSI DESDE UNAx de las más altas instituciones de este país se reconoce la carencia para poder luchar contra la dualidad entre el delincuente de cuello blanco y el delincuente común, como mínimo se sugiere que lo que hay no sirve para satisfacer la demanda de castigo de este tipo de conductas. Y es absolutamente necesario proveer de mecanismos a todos estos juzgados y tribunales, para que, cuando estos delincuentes de cuello blanco, admitiendo, como no podía ser de otra manera, su presunción de inocencia, lleguen a esos juzgados, encalzados en sus espléndidos coches, no se tenga la sensación por parte de la ciudadanía de que aquello forma parte de un espectáculo, pero puede que se libren porque no se tienen los medios necesarios para descubrir estas nuevas formas de robar bienes y propiedades ajenas.

XEL VALOR DEx lo justo debe ser concomitante a la eficacia de la justicia, pues de lo contrario todo aquello que representa lo justo queda subsumido en un papel testimonial en una sociedad que se presume democrática, pero que es incapaz de luchar contra los poderosos, por el mero hecho de no haber previsto mecanismos de defensa, frente a aquellos que por su estatus mantienen los privilegios de robar mucho, y no devolver nada.